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domingo, 22 de octubre de 2023

El legado de Aníbal Troilo, quien “quería sonar como Gardel, y lo consiguió”

Horacio Ferrer había dicho en una de sus visitas a Rosario que Troilo fue el gran creador de la modernidad del tango y, también, “el que le cambió la energía” al género.


Por Graciana Petrone

 

Cada 11 de julio se celebra en la Argentina el Día Nacional del Bandoneón, por el nacimiento de Aníbal “Pichuco” Troilo en 1914 o de “el Bandoneón mayor de Buenos Aires”, quien alcanzó ese mote al destacarse no sólo por tocar el instrumento de viento de origen alemán, sino por su talento como compositor, arreglador y director. Debutó un 1º de julio de 1937 con su orquesta típica en el cabaret Marabú y su constante creación sólo se extinguiría con su muerte, en 1975.

“Él quería sonar como Gardel y lo consiguió”, había dicho el maestro Horacio Ferrer hace 14 años en una de sus visitas a Rosario, en ocasión de la presentación de su libro “El gran Troilo”, un compendio de cien capítulos y casi 400 páginas inspirado de los programas radiales del locutor porteño Héctor Larrea por Radio Rivadavia y que reúne relatos que reviven diferentes momentos de la vida de “Pichuco”, como también fotografías y datos recopilados de otras obras del autor como “Adorado Troilo”, 1985; “La otra voz del abasto”, 1962 y “El libro del tango”, 1980.

Porque para Ferrer, Troilo fue el gran creador de la modernidad del tango y quien le cambió la energía al género. “Y de paso – agregó, con el particular sentido del humor que lo caracterizaba– también se la cambió a Fiorentino que era un cantor muy bueno antes de Troilo, pero extraordinario después de cantar con él. Eran Chasman y Chirolita. Esa voz fenomenal que tenía Fiorentino y después imitó Alberto Morán con Pugliese”.

Ferrer había dicho también que “la mayor virtud fue no tener defectos” y, que las virtudes fueron tan notables, que ocultaron cualquier imperfección. Con la autoridad que tenía dirigiendo, componiendo y siendo exigente con su orquesta. Además, que en sus 60 años lo que “Pichuco” hizo “fue vivir tres vidas” y que nunca habló mal de nadie: “El peor insulto que le escuché decir respecto de alguien fue ‘es un brócoli’, que es un insulto vegetariano, en definitiva”.

Apenas se levantaba se ponía a estudiar, a componer y a realizar los arreglos de su orquesta. Cerca del mediodía el “Bandoneón de Buenos Aires” se iba a Tibidavo, el cabaret de la calle Corrientes adonde ensayaba. “Si bien dejaba su vida en los ensayos, era muy exigente con sus músicos”, escribió Ferrer en su último libro sobre Troilo.

“Pichuco” compuso desde 1933 hasta 1975, año en el que murió. Maestro del bandoneón, se dice que era el mejor cantante porque “era él quien les enseñaba a los cantores cómo interpretar los tangos”.

Y la historia mostró que cantantes de la talla de Roberto Goyeneche, de Nelly Vázquez, Edmundo Rivero y Tito Reyes, entre otros, alcanzaron a realizar “creaciones únicas” de la mano de Troilo. Y también lo logró con Fiorentino, como había dicho Ferrer en una de sus visitas a la ciudad.

LA NOCHE EN QUE FERRER CONOCIÓ A TROILO

“Conocí a Troilo una noche en que fuimos con mi hermano al Club de Villa Crespo. En el momento que bajó del escenario mi hermano me pregunta si le voy a entregar la letra que escribí para Homero Manzi. Yo le respondo que cómo voy a hacerlo si estoy frente una deidad. Pero él se la llevó igual, mientras yo observaba lo que sucedía escondido detrás de una columna. Troilo abrió el papelito y preguntó: “¿Quién escribió esto?”. Entonces no tuve más remedio que aparecer, me dijo que era muy bueno pero que no le podía poner música a esos versos tan bellos porque acababa de escribir el tango Responso. “No quisiera que alguien de muy mala fe sostenga que hacer otra obra es estar comerciando con la memoria de un hermano mío como fue Homero Manzi. Responso contiene todo mi llanto para Homero, no puedo hacer otra cosa para él”, me dijo.

Me pareció de una rectitud y una ética congruente con la estética de su música. Y para demostrarme que era verdad lo que decía, nos invitó a una última vuelta que haría en el cabaret Tibidavo. Allí, me pidió que le escriba otra letra y que él le pondría música.

A la mañana siguiente, al regresar al barrio, los vecinos me dieron el Premio Nobel de Literatura de Villa Crespo”.

Nota publicada en Diario Conclusión  

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