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sábado, 16 de febrero de 2013

Rubén Gauna y sus aventuras en cómic sobre la Comunidad de los Osos (*)

Por Graciana Petrone

El dibujante, Rubén Gauna

Desde chico Rubén Gauna tuvo el don de dibujar. Aunque su intención era ilustrar cuentos infantiles, su profesión tomó otros rumbos y hoy es uno de los pocos en el país que se dedican a hacer comics gays para adultos sobre la “Comunidad de los Osos”. Con un talento innato, asegura que lo que aprendió en cuanto a tecnicismos del oficio fue en el colegio secundario donde tal vez muchas de sus horas pasaron mientras hacía bosquejos de superhéroes, dragones o personajes similares a los de Mafalda, de la que es fanático.

Le hubiese gustado estudiar Bellas Artes o Diseño pero “no se pudo dar” y pese al éxito que tuvieron los dos volúmenes de su tira “Horror, desperté con un cazador”, en la que cuenta la relación de pareja entre dos hombres desde lo cotidiano, todavía  mantiene el trabajo de administrativo en una empresa.

Sus primeros pasos en las ilustraciones gays surgió “casi por accidente” cuando hace unos diez años dejó carpetas con bosquejos y dibujos “en todas las editoriales de Buenos Aires” con la intención de participar en cuentos infantiles, pero el artista no tuvo respuestas. “Me agarró una especie de depresión. Paralelamente estaban apareciendo las redes sociales y me di cuenta que podía contactarme con gente de otros países, lo que una década atrás era imposible”, dice. A partir de ahí fue que sus pasos en el oficio tomaron caminos impensados.

A través de un sitio en internet se contactó con músicos del underground y así fue que conoció a Juan Pablo Malvasio, cantante y productor, entre otros, del disco “Folk Electrochongo”. El músico “regalaba” sus canciones en la web a quienes se lo pedían. “Me gustó lo que escuché y le dije que lo que yo hacía daba para promocionar la tapa de algunos de sus simples y le di un dibujo, de la misma manera que él me había regalado sus temas”, cuenta. Gauna también le diseñó los stikers para promocionar sus recitales pero la historia no terminó ahí, porque además, empezó a ilustrar las portadas de álbumes de otros artistas.
 
El mundo de los osos
Las historietas de Gauna giran sobre los “osos gay”, temática que tuvo sus primeras apariciones en el mercado editorial japonés durante los ’90. Casi una década después, el artista se contactó a través de Yahoo con dibujantes de otros lugares del mundo con quienes compartía los mismos intereses y creó los primeros pasajes de “Horror, desperté con un cazador”, lo que sería una historieta que contaría en poco tiempo con dos ediciones impresas del formato de la célebre “Mafalda”, de Quino.

La comunidad de los Osos es un término que se usa para distinguir a una suerte de “subcultura” dentro del mundo gay formada por hombres robustos, con bello facial y corporal tupido, tales son los casos de los personajes ilustrados por Gauna.

Muchas de las historias que escucha a diario o los momentos que vive junto a un grupo de amigos son los motivadores de sus tiras. Algunos pasajes “tienen influencias de películas de Almodóvar, novelas mexicanas o superhéroes”. El título de las dos ediciones de sus libros - “Horror, desperté con un cazador” -, fue una frase que le dijo su pareja una mañana al despertarse. “A partir de ahí la usé para contar qué era la comunidad de los osos y relaté la misma historia desde el punto de vista de los distintos protagonistas”, asegura.

Más tarde, subió a la web algunos episodios de la tira y causaron furor en la red, tanto que se multiplicaron rápidamente los “Me gusta”, como también  los comentarios con los que sus seguidores pedían que continuara la trama. Las redes sociales jugaron un papel fundamental para este artista que confiesa que le gustaría poder vivir de sus dibujos, ya que a través de Facebook se contactó con Casa Brutus y así la empresa le encargó diseños de postales de temática gay para Navidad y el Día del Amigo.

Anatomía del peluche,primer episodio

El 14 de febrero, en coincidencia con el Día de San Valentín, Rubén Gauna subió a la web el primer capítulo de la nueva tira Anatomía del peluche, que cuenta la historia de un “oso”  que se acaba de separar de su pareja y cree que debe empezar una dieta para adelgazar para cambiar su imagen y así mejorar su vida afectiva. El episodio estará disponible en el perfil de Facebook/ Anatomía del peluche.  Además, eldibujante ya trabaja en otras dos tiras: 2 BRoke Bears, que ya empezó y tiene traducción al italiano en un blog de comics LGTB del país europeo y La liga osuna, que empezará en abril.  

Ruben Gauna en la presentación de Horror, desperté con un cazazdor
Historias con eje en la discriminación

A Rubén Gauna nunca se le había pasado por la cabeza crear tiras gay para chicos. Pero un malentendido volvió a cambiar los planes del dibujante porteño cuando hace un tiempo fue entrevistado por una periodista quien subió a un blog una nota titulada con una supuesta cita del artista en la que sostenía: “Quiero dibujar historietas gay para niños”. 

Los comentarios agresivos y homofóbicos comenzaron a proliferarse a raíz de ese artículo y Gauna explicó a El Ciudadano que lo que él había dicho, en realidad, era que siempre quiso hacer “historietas infantiles”, pero fuera de la temática homosexual. Debido a la reacción de la gente en la web sintió que era necesario hacer algo desde su lugar de trabajo y aseguró: “Ahora sí quiero hacer historietas gay para chicos”.

Es cierto que el género del cómic es un buen recurso para llegar a los lectores más jóvenes, sobre todo adolescentes y niños, pero todavía el artista no tiene nada definido en cuanto a historietas sino que se encuentra en pleno proceso de producción de las ilustraciones de un libro de cuentos juveniles hecho por un grupo de escritores cordobeses.

“La temática es la discriminación sexual y es por eso que estoy dibujando uno de los relatos que trata sobre un chico que es gay, que usa un uniforme de cuero y cuando los compañeros se enteran de su condición sexual lo echan del grupo”, explicó.  En tanto, en abril empezará a crear una historieta de superhéroes, pero ya para formato de revista y en colores, la que estará dirigida al público adulto.
 

(*) nota publicada en el diario El Ciudadano de Rosario el 14 de febrero de 2013.


    

lunes, 11 de febrero de 2013

Jorge Riestra: la memoria de un escritor de ciudad

“Algunos dirán que el café es mi segundo hogar…”, sostiene el autor de “Salón de billares” y “El taco de ébano

Por Graciana Petrone (nota pulicada en el dairio El Ciudadano)

Foto: Juan José "Tatín" García

Jorge Riestra lleva algo más de siete décadas en el oficio de escritor desde el día en que con 14 años y seguramente también con pantalones cortos le puso fecha a su primer relato. “Desde entonces he visto al país, he visto mundo…”, dice. Pero, sobre todo, ese “hombre de ojos húmedos”, como lo describió Adrián Abonizio en uno de sus cuentos, es autor de libros emblemáticos que forman parte del imaginario popular como lo son “Salón de billares” y “El taco de ébano”, dos obras referenciales escritas entre 1955 y 1961 que hablan sobre un mundo casi extinto, porque uno de los pocos “cafés” que sigue en pie es el de Sarmiento y Mendoza, lugar al que el notable autor, sin perder su costumbre nocturna, visita dos y tres veces por semana.

Se considera un hombre de ciudad porque desde ella puede ver el país y desde ahí también el mundo. Vuelve de los viajes sin ideas para sus libros porque “las historias surgen de la ciudad”. En su lugar de trabajo hay un escritorio; una máquina de escribir (Riestra no usa el procesador de texto de la computadora); libros (muchos libros); fotos (muchas fotos) y una ventana que mira al cielo. También hay silencio.

La mayoría de los lectores lo asocian con la noche y los billares y es esa una realidad que no puede eludir, aunque también es una apreciación un tanto injusta. Su primer libro, “El Espantapájaros”, apareció en 1950. Dos años antes un grupo selecto de intelectuales que se reunió en la casa de don Hilarión Hernández Larguía realizó una lectura colectiva de la obra y todos coincidieron acerca de sus condiciones. También es autor de “La ciudad de la Torre Eiffell”; “Principio y fin”; “A vuelo de pájaro” y “El Opus”, entre otros. En 1992 los memorables relatos que integran “El taco de ébano” fueron encontrados por un editor en las estanterías de una librería de viejo en La Coruña y se publicaron en España. Todos sus títulos tuvieron tiradas de miles de ejemplares.

Está convencido de que el oficio que eligió es hermoso, aún “con su carga de angustia, la que provoca el hacer y el no hacer” y hay una coherencia incorruptible entre lo que dice y esas “cuestiones de coyuntura que impulsan al cambio y que son pocas en la vida”. Es abogado pero guardó el título en un cajón para crear “Salón de billares”. Ejerció durante muchos años la docencia en la ciudad, pero por escribir rechazó una beca de la Universidad de Houston con la que tal vez hubiera dado el salto a Harvard. “Supeditaba todo a la tarea, hasta tenía miedo de casarme y tener hijos”, confiesa. También formó parte de los últimos años de la Biblioteca Vigil: “No me interesaba el dinero, quería integrar un proyecto con bases democráticas en un país que siempre estaba al borde del totalitarismo”.

De café en café
La trama de “Salón de billares” transcurre en el café “Nuevo Sol”, reducto que existió realmente y que se llamó “Los 20 billares”, también conocido como “Olimpia”. En su época de mayor esplendor funcionó en Rioja entre San Martín y Maipú. Más tarde, en 1977, se mudó a Maipú y Santa Fe hasta que cerró definitivamente en 2002 vaciado por el neoliberalismo menemista al igual que los bancos, la salas de cine y el impulso de la participación política juvenil.

Hoy, donde funcionó el Olimpia, abre sus puertas casi con irreverencia la sucursal de una bombonería. Las góndolas ocupan el espacio que antes llenaban  las mesas de casín y la iluminación estridente y matinal del local reemplazó al humo del cigarrillo que formaba nubes blancas y espesas debajo de las lámparas. “Algunos dirán que el café es mi segundo hogar…”, dice, y asegura que el sitio es generador de una “especial camaradería entre hombres” y justamente en Salón de billares es donde se describe esa esencia. También en el libro Riestra muestra con fidelidad esos personajes nocturnos, silenciosos, taciturnos o tangueros que lo frecuentaban, donde no existían las conversaciones sobre la familia o de la mujer como mujer o la política, “porque la política es separadora

“Está todo tan bien que si querés te podés ir a Alaska”

Por Graciana Petrone (nota publicada en el diario El Ciudadano de Rosario)



Santiago Uranga vive en el corazón de la selva chaqueña. Alquila un campo de 40 hectáreas donde pasa la mayor parte del tiempo plantando algarrobos negros. Tiene 38 años y un estilo parecido al Bahiano, aunque después de dejar Los Pericos y perder el pelo. Antes de eso viajó por todo el mundo –o casi todo, porque el único continente que le falta conocer es África– y en Asia alcanzó a subir más de seis mil metros al Monte Everest: “Un poco más arriba de donde llegó el chabón ese rubio, el de la televisión”, dice riéndose, en referencia a Facundo Arana. En Costa Rica se ganó la vida sacándoles fotos a los surfistas y cuando cruzó el Caribe colombiano, en la frontera con Ecuador, conoció a tres hombres que le dijeron que eran de las Farc, las temidas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. “No sé si me mintieron, pero lo que sé es que los tipos estaban afilados…”, le dice a El Ciudadano mientras se apronta para su próxima aventura: viajar en un Fiat 600 hasta Alaska. La travesía, en rigor, ya comenzó: ayer a las 9, Uranga y su amigo Juan Manuel Rizzatti se despidieron de Rosario en el Monumento a la Bandera, se subieron al fitito y se fueron a la ruta.

Cuando le preguntan en qué ciudad nació pareciera que lo tiene que pensar. Pasan unos segundos y contesta: “Buenos Aires”. También estuvo un tiempo en Rosario, de donde dice que se llevó la pasión por Central y seguro plantó una bandera del Canalla junto a los algarrobos. Pero la historia no termina en el corazón del Chaco. Hace algo más de un año que compró un fitito modelo 64 y lo hizo restaurar como si fuera un cuadro de Tintoretto. Lo que en realidad quería Santiago era irse con el auto a Uruguay, pero entró en dudas sobre si tenía los papeles en regla. Llamó al comisario del pueblo rural donde vive y le pidió que se lo averigüe: “Está todo tan bien que si querés te podés ir a Alaska…”.

Se lo tomó al pie de la letra. Así empezó a planificar otro viaje, pero esta vez de 22 mil kilómetros y arriba de un Fiat que el año que viene cumplirá cinco décadas. Aunque asegura que entendió perfectamente que lo que le dijo el policía fue en sentido figurado, la idea le hizo ruido en la cabeza y contactó a Juan Manuel, un venadense de 23 años al que conoció en la selva chaqueña y con el que se hicieron muy amigos. “Che, ¿te querés venir conmigo a Alaska en el Fiat?”, le preguntó. Del otro lado, no sólo tomaron en serio. Es más, su amigo le contestó que le había alegrado el día.

El viaje a Uruguay lo hizo de todos modos y no para probar si el fitito aguantaba, sino para “tocarle la puerta de la casa” al presidente de la empresa Fiat en Argentina. La idea era conseguir apoyo para la travesía hasta Alaska, aunque no con dinero en efectivo: lo que le pidió fue asistencia mecánica en los países de Latinoamérica donde el gigante automotriz cuente con talleres oficiales. Pero el CEO no le dijo que no. En realidad todavía están en tratativas y Santiago se tiene fe: si para la multinacional sería un gasto insignificante y los dos aventureros pasearían al espónsor a lo largo de todo el continente.

Semillas de las buenas
Santiago es un amante de la naturaleza, sobre todo de las plantas. Es esa, además, una de las razones por las que eligió vivir en medio de la selva chaqueña. Cuenta que con Juan Manuel tienen pensado plantar semillas de arcilla en cada ciudad y pueblo por el que pasen. Cuando habla de árboles su mundo toma otra dimensión. Explica como un experto las bondades de la siembra y destaca que el árbol leguminoso toma mayor cantidad de nitrógeno del aire, lo que favorece el crecimiento del pasto y de esa manera se pueden alimentar más animales.

Desde su mirada itinerante también descifra lo que para la mayoría pasa inadvertido nada más que por ser cotidiano: “Acá en Rosario, sobre la costanera –no sé quién fue el intendente que lo hizo– pusieron muchos lapachos y jacarandás. Por los años que tienen hoy debe haber sido (Miguel) Lifschitz. Nadie se da cuenta porque son árboles chicos todavía pero cuando crezcan, la zona de los Silos Davis en septiembre va a estar toda teñida de rosa y entre octubre y noviembre  también va a tener los violetas del jacarandá. Va a ser un estallido de colores”, se entusiasma.

Dice que la ruta hasta Alaska la terminarán en un año aunque lo cierto es que ni él mismo lo sabe. “Los viajes son para conocer lugares –asegura– pero sobre todo conocer gente y hacer amigos como me pasó cuando crucé de Tailandia a Laos en un barquito: ahí conocí a un grupo de guerrilleros con los que terminé tomando cerveza hasta las cuatro de la mañana”, cuenta.

Con Juan Manuel tienen pensado llevar un equipaje más que liviano: dos guitarras, una armónica, una cámara de fotos profesional y un equipo térmico con el que pueden sumergirse en aguas heladas para capturar imágenes desde adentro del mar. Por supuesto, no va a faltar el bolso con semillas de árboles de todo tipo.

Todo está calculado, hasta cómo se van a ganar la vida: será sacando fotos a los surfistas en la zona de Centroamérica y tocando la guitarra. “En realidad –confiesa Santiago– el que sabe tocar la guitarra es Juan Manuel, yo lo voy a acompañar”. Pero está convencido de que después de un año seguro que algo va a aprender a tocar y no sería extraño que, por lo aventurero y audaz, vuelva de Alaska convertido en todo un Jimi Hendrix.