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miércoles, 25 de agosto de 2010

Marcelo Scalona: presentación del libro EL PORTADOR

El Portador, la flamante novela de Marcelo Scalona, entrega un relato vehemente, alejado de todo objetivismo crítico

GRACIANA PETRONE, para
http://www.elfisgondigital.com/fsgw/arte/nota60130

Roberto Retamoso, Alma Maritano y Marcelo Scalona
26/08/2010 - “Yo estoy en la otra vereda del objetivismo literario, no me interesa la gente que escribe lejos de escribir, que no pone nada propio, que no se sabe qué piensa, que no sufre, que no coge, que no transpira...”, dijo el escritor Marcelo Scalona, durante la presentación de su flamante novela El portador. La obra es el segundo título de la colección Ciudad y orilla, de la Editorial Homo Sapiens, dirigida por el propio autor y destinada a difundir las producciones locales. El encuentro, que convocó a un numeroso público, contó con la opinión de dos expertos en materia narrativa: Roberto Retamoso y Alma Maritano.

Si futurismo, mezcla de géneros, relato negro, realismo o surrealismo es lo que contiene El portador, fue lo que debatieron durante casi dos horas los presentadores en una charla que, puntualmente, giró en torno de las interpelaciones de Maritano a Retamoso a partir del “mundo delictual” recreado por Scalona. “En un primer momento –indicó Retamoso- el relato concuerda con las novelas de Chandler o de Hammet, donde lo delictivo no es más que la manifestación de la esencia social, caracterizada por la inmoralidad, la corrupción y la injusticia social del sistema capitalista”.

Según el crítico, en un primer momento la lectura puede llevar a suponer que se está frente a un relato policial pero de pronto el texto excede y desborda las formas canónicas del policial negro: “Cobra tintes de fantástico, de relato futurista, de profecía, de ficción poética. De este modo, se pone en cuestión el realismo propio de todo policial, particularmente el negro”.

VIAJE LITERARIO Y SOCIAL
Para Maritano y Retamoso la imagen del narrador de El portador es un “alter ego del autor” y sus personajes tienen características “onettianas”, comentario al que Scalona agregó “algunas similitudes” con el personaje de la novela Prisión perpetua, de Ricardo Piglia o con Gil Wolf, creación de Rodolfo Fogwill. “Wolf, era un alter ego de Fogwill”, dijo, en referencia al pseudónimo que utilizaba el recientemente desaparecido escritor para firmar algunos de sus artículos realizados durante la última dictadura militar.

Aunque los expertos literarios que presentaron El portador concluyeron que el relato es “una mezcla de géneros”, Lilian Neuman, columnista de la revista española La Vanguardia, asegura en la contratapa del libro que es “una novela negra, dura, inmisericorde. Un viaje literario y social en una ciudad que todo lo admite (…) el robo, los negociados entre comisarios corruptos y funcionarios de alto rango, la magia de una melodía perdida y la conspiración temeraria”.

HOMO SAPIENS VA POR MÁS
Uno de los aspectos más relevantes a destacar es la calidad de la edición: una obra de casi 400 páginas, cosida (hecho que sólo se ve en las grandes editoriales porteñas) con un diseño de tapa, realizado por Emiliano y Edgardo Juárez, que logra un fuerte impacto visual, augurando así la intensidad del contenido.

El primer título de la colección Ciudad y orilla fue el libro de cuentos Estuve, de Miguel Sedoff. Las próximas publicaciones que entregará la Editorial Homo Sapiens serán de Sebastián Riestra, Patricia Suárez, Beatriz Vignoli y Daniel Briguet. Sin dudas una gran apuesta en pos de la difusión de la narrativa local.


domingo, 22 de agosto de 2010

Colección Negro Absoluto: sus último títulos, Sacrificio, de Leonardo Oyola y Sangre Kosher, de María Inés Krimer

Graciana Petrone para
http://www.lacapital.com.ar/ed_senales/2010/8/edicion_95/contenidos/noticia_5050.html

Como una verdadera explosión narrativa la novela negra fue, en sus orígenes, un discurso crítico para el escenario estadounidense decadente y corrupto de 1930. Cuatro décadas más tarde en Argentina autores como Juan Carlos Martelli o Rodolfo Walsh también dispararon su disconformidad hacia un contexto altamente politizado. El relato del crimen entonces, con secuencias verosímiles, escenarios familiares y personajes oscuros que operan fuera de la ley, emerge como una de las estructuras más sólidas para cuestionar o simplemente desnudar los errores de un sistema.

No es casual que las historias sobre mafias y delincuencia regeneren el interés de los lectores y sobrevivan a otros géneros. La Colección Negro absoluto, dirigida por Juan Sasturain, irrumpe así en pleno siglo XXI como un conjunto de voces que denuncian asesinatos y submundos. Sus últimos títulos, Sangre Kosher, de María Inés Krimer y Sacrificio, de Leonardo Oyola, ofrecen sus intrigas en pequeñas cuotas con mensajes finales no menos que apocalípticos.

Sacrificio, esoterismo orillero
Si una de las pautas del género es apelar a la inteligencia del lector, Sacrificio perturba hasta las mentes más brillantes. Cuenta la historia de Fátima Sánchez o Víbora Blanca, una niña de condición humilde perseguida por las tragedias, que con el paso de los años desarrolló particulares poderes: tiene la capacidad de predecir el futuro, advertir la cercanía del peligro y comunicarse con las almas de los muertos a través de las aves.

Ya convertida en toda una mujer espera un hijo de Charly (un paria al que mataron durante un enfrentamiento entre bandas del Gran Buenos Aires) y deberá huir de su rival, Marabunta, otra bruja conocida de las villas porteñas, quien juró robarle a su bebé. Un ex suboficial de policía y un joven amigo de la infancia la protegerán, balas y sangre de por medio, en su escape frenético.

Los episodios de Sacrificio suceden entre tiroteos y persecuciones donde Fátima y Marabunta se enfrentan en una lucha para medir sus poderes terrenales y parapsíquicos. A veces cuerpo a cuerpo y otras, a la distancia. "La suma de peripecias oscuras y golpes de efecto visual propios de un cine clase B —explica Sasturain en el prólogo— con muertos vivos y tenebroso humor negro, fuertes dosis de esoterismo orillero y mitología popular, podría llegar a ser trivial en otras manos y en otras palabras".

Oyola es osado, no da tregua ni regala espacios en blanco. Mezcla fetichismo, elementos de la naturaleza, salvajismo humano y creencias urbanas para representar escenas fantasmales y generar sensaciones angustiantes dignas del género de terror. Entrega un relato ambicioso, por momentos escrito con furia, de escenarios comunes y con personajes sórdidos y reales.

Sangre Kosher, al frío y al calor del relato criminal 
Si las variaciones de temperatura son algunas de las pistas para establecer los contrastes entre el policial negro y el clásico, la novela de Krimer reúne características de ambos. La clave de la fusión permanente del frío y del calor habita en la piel de su protagonista, Ruth Epelbaum, una mujer solitaria, cercana a los 50 y obsesionada por la trata de blancas, lo que le hizo perder su trabajo en el archivo de la Sociedad Israelita de Entre Ríos.

Epelbaum viaja a Buenos Aires y se instala en un departamento en Villa Crespo. En la gran ciudad, fiel a las características del género negro, Ruth se vuelve detective sin proponérselo cuando Chiquito Gold, a sabiendas del motivo de la renuncia a su empleo en Entre Ríos, le encarga ir en busca del paradero de su hija Débora, quien desapareció sin dejar rastros. En su ruta por develar si la joven fue reclutada por una red de proxenetas o si escapó por propia decisión, atravesará por una seguidilla de acontecimientos oscuros en los que arriesgará su propia vida.

Los desafíos de Ruth generan una angustia extrema a medida que avanza en su cometido pero ella seguirá las pistas con una frialdad e inteligencia formidables. Para llegar a Débora penetrará en el mundo de la noche, aparecerán cadáveres a su paso y entablará relaciones obligadas con hombres que, escondidos detrás de una sonrisa amigable, tal vez la conduzcan hacia los verdaderos culpables: un personal trainer, el empleado de la joyería del padre de la joven desaparecida, un ex funcionario y hasta un juez.

Según Sasturain, Ruth es mucho más que un detective, es un personaje pleno que tiene una vida propia: "Nunca deja de ser una mina, nunca deja de estar en la Argentina de hoy, de vivir en Villa Crespo, de hacer bizcochuelos o traspirar tras el pelado juez Fontana en el gimnasio; es judía todo el tiempo y tiene los años, el cuerpo y las ganas, las amigas y los puntos que tuvo o se recruzan cada tanto".

Desde la tibieza inteligente de Krimer hasta la hoguera estremecedora de Oyola, las dos novelas trabajan el suspenso con un permanente estado de tensión. Encontrar al culpable será trabajo del lector, en complicidad absoluta con sus protagonistas: profesionales para quienes llegar a la verdad es cuestión de vida o muerte, de riesgo o audacia, investigadores que comenzarán una persecución obstinada sobre las pistas de los asesinos, lo que provocará más y más muertes. Lejos están aquellos detectives del policial clásico para los que resolver el enigma era casi un juego o una deducción lógica sobre piezas desarticuladas.