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viernes, 17 de agosto de 2018

El sendero de la sed


Por Graciana Petrone

I
De ningún modo este vivir
sobrepasa la tristeza de las vírgenes de barro.
Sin preguntar un día
El hombre
desvistió la censura
y alguien amó a gritos
entre gemidos y colapsos
y las tristes maniobras
de aquel barco pesquero
quedaron para siempre
desterradas de este mundo
Qué manía que tiene la sed
de hamacarse entre la niebla!

II
Fue un amor insensato
y perturbó las horas
de las mañanas siguientes.
Mi voz recitaba
versos promiscuos y voraces
pero su voz no respondía.
Quién habló de la sed
como esa palabra
de latitudes infinitas,
si cuando más llega hasta mí
el lenguaje providencial y el pulso se acelera,
más lejos está la puerta que me conduce hasta él.

III
Por tus hombros bajan
vientos penumbrosos
y corren los días
y el mar
y una llaga.
En esta ciudad
Quedó tu cuerpo
Intacto
El vacío
Y besos ancestrales
Y poderosos dominios,
Las miradas que nunca
Dejaron de amar,
Esa inmensa colina
Y la sed
Y el agua.

IV
En qué lugar tus manos
Van a hamacar
A la niña que
Algunas noches dormía
Y ahora vaga
Buscando luz.
Entre tanto
Alguien tuerce
Una sonrisa macabra
Y acá en mi cuarto falta luz.

V

Tu voz me hábla
me socava.
Advierte esta sed el mundo
y no es amor, te lo aseguro.
No.
Pero de a poco
se fue llenando la sed
Con humedades infinitas.
Es que es tan leve tu mirar,
tán leves son tus pies,
ellos vuelan
se disgregan
no mienten.
Tus pasos me seducen
pero hay tanta gente
que me importuna tu mirada.
Si pudiera besar tus pies
o al menos el hueco
que dejan tus pasos.
Es tan de siempre
Esta sed.
Tan de siempre.

De la serie de relatos Amantes burlados,
Rosario 1989 / Publicado en revista Ciudad Gótica, 1993.
En memoria "del Hugo".


jueves, 9 de agosto de 2018

Mundial Argentina 78: Nada de que festejar



Graciana Petrone

Pocas veces a lo largo de mi vida, no más de tres o cuatro, lo vi a mi viejo realmente enojado. Una de esas ocasiones fue la tarde del 24 de junio de 1978 cuando Argentina ganó el Mundial. Yo entonces tenía 8 años, así que podría decirse que fue mi primer Mundial, del que tengo recuerdos muy nítidos que hoy se asentaron, no sin dolor, pero que por mucho tiempo dieron vueltas en mi cabeza. Hasta pude desarmarlos, rearmarlos y comprenderlos, del mismo modo que a los años de plomo en el país.

En casa no había televisión, por decisión de mi viejo, claro, que siempre nos decía que era una pérdida de tiempo y que “a cambio de una caja boba”, los libros nos iban a dar una “mejor independencia intelectual”.

Para mí eso era lo normal hasta que repetía esas palabras en el recreo en el colegio o en el club y me sentía un bicho raro cuando se reían y preguntaban: “¿No hay televisor en tu casa?”. No. No había.

La tarde en que Argentina le ganó a Holanda la gente empezó a salir como ganado a la calle. Les pedí a mis viejos que me llevaran a festejar a la esquina de Corrientes y Córdoba, frente a la Bolsa de Comercio, lugar que muchos habían elegido como punto de encuentro. Yo insistía que me llevaran, quedaba a dos cuadras de casa y el frío no era impedimento, pero no había caso. La cosa se puso más espesa cuando les dije que me compraran una bandera, porque yo veía por la ventana del departamento que todos los que pasaban festejando tenían una. Todo parecía que no iba a tener ni bandera ni festejo, pero tanto fue lo que insistí, con berrinche de por medio, que al final me llevaron a Corrientes y Córdoba. Sin bandera, eso sí.

Cuando intenté esbozar la marcha del mundial (que como la de Central a esa altura me la sabía de memoria), mi viejo me miró muy serio y me dijo: “No cantes que no hay nada que festejar”. Mensaje contradictorio si los hubo esa tarde. Yo veía y escuchaba que cientos de personas entonaban: “Veinticinco millones de argentinos jugaremos el mundial (…)”. No canté, pero cada vez que intentaba hacerlo, de los ojos verdes de mi viejo salían llamas amarillas. Y no exagero.

Al día siguiente, en el patio del colegio, una de mis compañeras de segundo grado llevó una réplica de la Copa y la levantaba como el Matador en el Monumental. Las pibas de todas las divisiones del primario corrían atrás cantando “¡Holanda, la copa, se mira y no se toca!”

Tuve el impulso de ir corriendo atrás y desquitarme por lo que no había podido hacer el domingo frente a la Bolsa de Comercio. Ahí estaba mi oportunidad, en ese patio con piso de baldosas negras y blancas en el que pasé los momentos más libres de mi infancia.

Justo en el momento en que me iba sumar a la manada vi a dos de mis maestras apoyadas sobre la pared.  Las vi cómo cruzaron miradas con una mezcla de tristeza y resignación. Pude sentirlo: tenían en la cara la misma expresión que mi viejo el día anterior. Entonces me apoyé en la pared, al lado de ellas, y me limité a mirar como mis compañeras seguían cantando hasta que sonó la campana. Claro, con los años comprendí el porqué del “No cantes, que no hay nada que festejar”.

Para el diario El Ciudadano

Eva Perón: a 66 años de la noche que paralizó al país

A las 20.25 del 26 de julio de 1952 el locutor Jorge Furnot anunció su “paso a la inmortalidad” y la Abanderada de los Humildes se volvió lágrima y destello para millones de argentinos que aún hasta hoy veneran su memoria.


Graciana Petrone

Hace 66 años el país se paralizó cuando la voz del locutor Jorge Furnot anunció la muerte de María Eva Duarte de Perón, “o, acaso, su paso a la inmortalidad”. Como si fuera un presagio, ella, “Esa mujer”, vive hoy en cada uno de los corazones que la recuerdan.
Casi incontables fueron las obras en la que Evita fue la musa inspiradora.

Esculturas, bustos escondidos bajo tierra que sus “descamisados” preservaron de aquellos que intentaron hacerla desaparecer de la historia. Una persecución que, como temiéndole a su propia muerte, marcaría a fuego su presencia, porque esas obras, como su cadáver, aparecieron como si una fuerza poderosa la empujara desde el centro de la tierra hasta la superficie.

Hace algunos años, la reconocida escritora cordobesa Lilia Lardone recogió testimonios de quienes fueron marcadas por ese momento, el mismo en que Furnot anunció lo que sería el paso de la vida a la muerte y luego la resurrección de la “Abanderada de los humildes”.
En “20.25, quince mujeres hablan de Eva Perón” (editorial Sudamericana), Lardone, en colaboración con Yaviv Durán, registró los testimonios de 15 mujeres que recordaron la noche del 26 de julio de 1952.

“El libro surge como idea dentro de mí hace varios años por una conversación, como suelen surgir las mejores ideas. En unas de esas horas de ocio creativo, con una amiga hablábamos de las fechas, de cómo ella había puesto el cuerpo en toda su pasión y trayectoria y surgió la idea en mí de convocar el momento preciso en que cada uno se hacía cargo de la noticia. Yo tengo muy fresco ese momento, tenía casi 11 años y estábamos con mi madre en una función de cine, porque era sábado. Vivíamos en un pueblo, se suspendió la función y recuerdo ese silencio afuera, a los grupos de gente en medio de la noche y también ver a mamá con una lágrima. Eso me descolocó porque yo la había visto llorar solamente por la muerte de mi padre. Todo eso creo que tuvo una raigambre muy fuerte en la construcción del imaginario de la infancia, de cómo van planteándose ciertos enigmas. Han pasado seis décadas y tuve la necesidad de meterme de lleno en el tema”, contó Lardone.

Pese a la diversidad de ideologías políticas y sociales de las mujeres que fueron entrevistadas en el libro, hay una suerte de hilo conductor, un discurso en común que las une.
“Algo para observar –dice Lardone– es que se les pedía que recordaran el momento, y al final se les pedía que realizaran una reflexión desde el hoy, y aún las más acérrimas enemigas de Perón (antes no se usaba la palabra gorila sino que se utilizaba la palabra contra) a la distancia decían «Bueno, pero ella en realidad hizo…»; «Ella, pobrecita…». Es como si el tiempo hubiera aminorado las virulencias de las pasiones. Otra cosa que me llamó la atención en el conjunto de opiniones es por qué Eva Perón surgió y tuvo tanto peso. Todas estas mujeres hablaban de «Decía mi papá»; «Decía mi marido…». Es decir, ellas no eran demasiado dueñas de la palabra. Y en esa época, cuando surge Eva Perón, ella es muy dueña de la palabra y una excelente comunicadora, y sabe expresar en palabras su pensamiento y lo hace público. Debe haber sido muy fuerte para las mujeres y un modelo impactante. Un modelo de mujer inquietante”.

En vida, Evita se enfrentó a un aparato político que en su mayor pate estaba compuesto por hombres. La escritora cordobesa sostiene que “era un modelo de mujer muy fuerte y además inquietante y debe haber movido ciertamente, todas las posibilidades que se abrían”.
La mayoría de las mujeres entrevistadas que no formaban parte del oficialismo de la época muestran su malestar por la aprobación del voto femenino porque se presentaron muchos proyectos anteriores de otros partidos políticos, pero a la vez dicen: “Si ésa era la manera de obtenerlo, bienvenida sea”.

Y ahí está esa especie de contradicción: “Creo que lo que dicen es la segunda instancia de pensamiento: «Bueno, llegó y bienvenido sea», pero creo que eso lo sostienen ahora. En aquel momento estaban muy enojadas porque el socialismo y otros partidos políticos habían presentado gran cantidad de proyectos y todos habían sido cajoneados por los mismos diputados y senadores porque no les interesaba que fuera aprobado”.

Con una fuerza irresistible
Todo lo que ocurrió en torno a “Esa mujer” después de su muerte fue un misterio. Si bien algunos se revelaron, como la desaparición de su cuerpo embalsamado –encontrado en una tumba en Italia con el nombre María Maggi de Magistris– y que desde 1976 descansa en un mausoleo del cementerio de La Recoleta, a nueve metros bajo tierra por orden del entonces dictador Jorge Rafael Videla–, otros secretos van saliendo a la luz como una fuerza poderosa que los empuja, tal parece ser el caso de un busto de bronce que reposa en el depósito del museo Julio Marc y del cual poco se sabe de cómo y cuándo llegó hasta allí.

Entre los más de 10.000 objetos que están a resguardo en el depósito del museo ubicado en las inmediaciones del parque Independencia, el dorado reluciente del rostro de Evita emana un brillo especial, pese a que se encuentra en el piso inferior de una de las estanterías.
Otro busto de Eva estuvo enterrado en el monte por más de 60 años: una maestra rural de 85 años, oriunda de Santiago del Estero, cuidó por 63 años un busto de Eva Perón. Se trata de Chela Pazos, cuya historia trascendió al punto que, a través de un militante peronista, se decidió trasladar la valiosa pieza al salón Puerto Argentino del Concejo Municipal de Rosario.

Cuando irrumpió la Revolución Libertadora, que derrocó al por entonces presidente Juan Domingo Perón, ella decidió enterrar el busto de Eva hecho en mármol para resguardarla de posibles represalias militares que desde 1955 llevaron adelante un proceso al que autodenominaron “desperonización”. Así que, acompañada por su marido, llevó la obra al monte en donde la enterró y lloró pidiéndolo perdón por haberla dejado bajo tierra. Cuando el peligro pasó y Chela se estableció en Rosario junto a su esposo, trajo con ella a “La Evita” y la tuvo sobre la chimenea de su casa, en una especie de altar donde ahora se erige un ramo de flores rojas.

Para el diario El Ciudadano