“Hay una animalidad humana que en definitiva está representada por un mundo violento, por cierta confusión que es parte de la irracionalidad; gente que confunde pena de muerte con justicia o inimputabilidad con mano dura…”, dijo el autor.
por Graciana Petrone
Despojado de toda sensibilidad, con una visión cosmogónica, mágica y por momentos cruda de los insectos, reptiles y otros animales, Fabricio Simeoni construyó su último libro “El prontuario de la luciérnaga” (Ediciones Papeles del Boulevard), publicado recientemente. Un bestiario de poemas cortos en donde el escritor y periodista no sólo deshace sin contemplaciones las emociones profundas, sino también las palabras. Con una evidente madurez discursiva arbitra el silencio, los espacios en blanco, el repudio, la domesticidad o la indiferencia hacia el universo animal y relata lo inobservable para muchos, para convertirlo en escenas espasmódicas, palpables y diversas.
En una entrevista exclusiva para El Fisgón Digital Simeoni contó de qué manera surgió “El Prontuario de la luciérnaga”, de sus trabajos anteriores y de su particular mirada del mundo. “Hay una animalidad humana que en definitiva está representada por un mundo violento, por cierta confusión que es parte de la irracionalidad; gente que confunde pena de muerte con justicia o inimputabilidad con mano dura…”, dijo el autor.
¿Cómo surge El prontuario de la luciérnaga?
En 2004, un amigo y ex editor, Abelardo Nuñez, con quien dirigíamos y coordinábamos juntos la revista literaria Los Lanzallamas, me pidió que le escriba textos cortos para una serie de trabajos en técnica origami (una técnica oriental con papel plegado). El tenía pensado hacer una serie de grullas y animalitos para realizar muestras, pero todos objetos únicos y artesanales que no los producía en serie. Yo me había quedado con ganas de continuar mi primer libro de poemas, “Rey piojo”, que también tiene una cosa muy afectiva y visceral sobre los animales. Armé una serie de 20 o 25 poemas para los trabajos en técnica origami de Nuñez y así se inició parte de “El prontuario de la luciérnaga”. Finalmente, realizó las muestras con sus objetos y mis versos pero yo continué escribiendo. Fue el bestiario más extenso que armé en toda mi vida.
¿Por qué la percepción a través del mundo animal?
En lo personal, el mundo animal es parte de mi vida y de algunas situaciones muy particulares. No sé porqué exactamente (y a modo lacaniano lo digo) hay como una animalidad humana que me representa y una humanidad animal que contrasta con eso. Esa animalidad humana que, en definitiva, está representada por un mundo violento, por cierta confusión que es parte de la irracionalidad. Gente que confunde pena de muerte con justicia, inimputabilidad con mano dura. Al prender la televisión y escuchar frases de Tinelli, de Mirta Legrand o Guillermo Andino, nos damos cuenta que hay una animalidad humana completamente repudiable.
El factor humano desplegado en el libro, ¿está entonces despojado de toda sensibilidad?
Totalmente, es la palabra que yo utilizaría si me piden que identifique al libro desde todo punto de vista. Yo diría: despojo en todo sentido y la insensibilidad es un elemento fundamental. Hay también una regresión oral si se quiere, o más anal (por seguir mencionando a Freud) donde la mascota y lo doméstico eran elementos muy representativos en mí. Yo tenía desde canarios, hamsters, perros, hasta tortugas y con cada uno vivía experiencias diferentes. Lloraba si un pajarito se volaba de la jaula o cuando mi vieja me decía que no podíamos tener tantas mascotas. Cuando crecí, el animal tomó como una especie de indiferencia porque me alejé de ese aspecto que me movilizaba tanto. Luego, en la adolescencia, me vinculé a ciertos sesgos temerosos, le temía demasiado a las arañas o le tenía asco a las cucarachas.
Esas referencias no se alejan demasiado del común denominador de la gente: asco a las cucarachas o miedo a las arañas, ¿pero su inmovilidad le hace tener observaciones más directas o sensaciones más punzantes?
Absolutamente. Pasaba horas durante el verano en el patio de casa y me quedaba observando. He pegado gritos y despertado a los vecinos por tener un mamboretá sobrevolando mi cuello, cuando son totalmente inofensivos. Otras veces, me ocurría que no podía apreciar la magnitud del bicho que me caminaba por la espalda. La insensibilidad a la que me refiero, que está plasmada en el libro, no se trata de la corporal.
¿Es aquella insensibilidad no tangible…?
Exacto. Pero el despojo, además de darse desde esa insensibilidad que usted mencionó, también se da, a posteriori, desde lo técnico, desde la imagen, en la palabra en si misma, en la hoja en blanco, en el acto comunicacional propiamente dicho. Desde el relativismo hasta la ambigüedad. Desde lo lúdico hasta lo conceptual… Son muchos aspectos desde donde se trabaja el despojo.
Poemas cortos y concadenados que ofrecen una lectura vertiginosa
Me gusta que el libro pueda ser releído. Juego mucho con el silencio, con la hoja en blanco y con el despojo de palabras. La relectura provoca la posibilidad de revalorizar o regenerar el deseo. Uno, habitualmente, vive de manera muy vertiginosa y se suele leer de la misma manera. Pero ese vértigo debe estar acompañado por un cierto tedio en el lector para que revitalice el proceso y diga: ‘Cierro el libro porque me abrumó’ y al día siguiente vuelva a abrirlo porque sintió que le podía decir algo más…
Algunas consideraciones sobre el autor
Fabricio Simeoni nació en Rosario en 1974. Es periodista, escritor y trabaja en planta permanente del Ministerio de Innovación y Cultura de la Provincia de Santa Fe, en el equipo de Prensa y Difusión de Plaza Cívica. Fue coordinador de las revistas literarias “Boga” y “Los lanzallamas”. También, trabajó como columnista en el programa 10 puntos, de Louis Novaresio, que se emite por Radio 2, donde realizaba micros sobre filosofía adaptados a la realidad política. Según él mismo cuenta, pudo ensamblar la parte filosófica con la política sin volverse demasiado intelectual para evitar el tedio de los oyentes y de esa manera decir muchos conceptos que incorporó. Conduce también, junto a tres amigos, un programa de Radio en vivo: La cofradía del tío Ben, que se emite por FM TL.
En Mayo del año 2005 fue declarado "Artista distinguido" en Rosario por su trayectoria poética, literaria y periodística por el Honorable Concejo Municipal. En Diciembre de 2006 recibió la distinción como "Artista de la Provincia de Santa Fe", por la Cámara de Diputados de mi provincia, también en homenaje a su trayectoria.En 2007, su libro “Cavidades de recreo”, escrito en forma conjunta con Fernando MArquínez, recibió el primer premio de cuentos Felipe Aldana.
Dirige talleres literarios en Rosario y Villa Gobernador Gálvez, en el Penal nº 5 de la cárcel de mujeres y para 2010, lo hará en el Instituto de Rehabilitación de Adolescentes de Rosario (IRAR). Publicó algo más de media decena de libros, algunos de ellos logrados gracias al esfuerzo y la cooperación de sus alumnos de taller.
Abocado de lleno a la escritura, el estudio y el trabajo, Simeoni es un ejemplo de vida, puntualmente para jóvenes y adolescentes. Desde temprana edad, sufre de una enfermedad congénita medular que paralizó, en forma progresiva, sus miembros inferiores y superiores. Pero no fue obstáculo alguno para desarrollar al máximo sus capacidades intelectuales, laborales y destacarse notoriamente.
En una entrevista exclusiva para El Fisgón Digital Simeoni contó de qué manera surgió “El Prontuario de la luciérnaga”, de sus trabajos anteriores y de su particular mirada del mundo. “Hay una animalidad humana que en definitiva está representada por un mundo violento, por cierta confusión que es parte de la irracionalidad; gente que confunde pena de muerte con justicia o inimputabilidad con mano dura…”, dijo el autor.
¿Cómo surge El prontuario de la luciérnaga?
En 2004, un amigo y ex editor, Abelardo Nuñez, con quien dirigíamos y coordinábamos juntos la revista literaria Los Lanzallamas, me pidió que le escriba textos cortos para una serie de trabajos en técnica origami (una técnica oriental con papel plegado). El tenía pensado hacer una serie de grullas y animalitos para realizar muestras, pero todos objetos únicos y artesanales que no los producía en serie. Yo me había quedado con ganas de continuar mi primer libro de poemas, “Rey piojo”, que también tiene una cosa muy afectiva y visceral sobre los animales. Armé una serie de 20 o 25 poemas para los trabajos en técnica origami de Nuñez y así se inició parte de “El prontuario de la luciérnaga”. Finalmente, realizó las muestras con sus objetos y mis versos pero yo continué escribiendo. Fue el bestiario más extenso que armé en toda mi vida.
¿Por qué la percepción a través del mundo animal?
En lo personal, el mundo animal es parte de mi vida y de algunas situaciones muy particulares. No sé porqué exactamente (y a modo lacaniano lo digo) hay como una animalidad humana que me representa y una humanidad animal que contrasta con eso. Esa animalidad humana que, en definitiva, está representada por un mundo violento, por cierta confusión que es parte de la irracionalidad. Gente que confunde pena de muerte con justicia, inimputabilidad con mano dura. Al prender la televisión y escuchar frases de Tinelli, de Mirta Legrand o Guillermo Andino, nos damos cuenta que hay una animalidad humana completamente repudiable.
El factor humano desplegado en el libro, ¿está entonces despojado de toda sensibilidad?
Totalmente, es la palabra que yo utilizaría si me piden que identifique al libro desde todo punto de vista. Yo diría: despojo en todo sentido y la insensibilidad es un elemento fundamental. Hay también una regresión oral si se quiere, o más anal (por seguir mencionando a Freud) donde la mascota y lo doméstico eran elementos muy representativos en mí. Yo tenía desde canarios, hamsters, perros, hasta tortugas y con cada uno vivía experiencias diferentes. Lloraba si un pajarito se volaba de la jaula o cuando mi vieja me decía que no podíamos tener tantas mascotas. Cuando crecí, el animal tomó como una especie de indiferencia porque me alejé de ese aspecto que me movilizaba tanto. Luego, en la adolescencia, me vinculé a ciertos sesgos temerosos, le temía demasiado a las arañas o le tenía asco a las cucarachas.
Esas referencias no se alejan demasiado del común denominador de la gente: asco a las cucarachas o miedo a las arañas, ¿pero su inmovilidad le hace tener observaciones más directas o sensaciones más punzantes?
Absolutamente. Pasaba horas durante el verano en el patio de casa y me quedaba observando. He pegado gritos y despertado a los vecinos por tener un mamboretá sobrevolando mi cuello, cuando son totalmente inofensivos. Otras veces, me ocurría que no podía apreciar la magnitud del bicho que me caminaba por la espalda. La insensibilidad a la que me refiero, que está plasmada en el libro, no se trata de la corporal.
¿Es aquella insensibilidad no tangible…?
Exacto. Pero el despojo, además de darse desde esa insensibilidad que usted mencionó, también se da, a posteriori, desde lo técnico, desde la imagen, en la palabra en si misma, en la hoja en blanco, en el acto comunicacional propiamente dicho. Desde el relativismo hasta la ambigüedad. Desde lo lúdico hasta lo conceptual… Son muchos aspectos desde donde se trabaja el despojo.
Poemas cortos y concadenados que ofrecen una lectura vertiginosa
Me gusta que el libro pueda ser releído. Juego mucho con el silencio, con la hoja en blanco y con el despojo de palabras. La relectura provoca la posibilidad de revalorizar o regenerar el deseo. Uno, habitualmente, vive de manera muy vertiginosa y se suele leer de la misma manera. Pero ese vértigo debe estar acompañado por un cierto tedio en el lector para que revitalice el proceso y diga: ‘Cierro el libro porque me abrumó’ y al día siguiente vuelva a abrirlo porque sintió que le podía decir algo más…
Algunas consideraciones sobre el autor
Fabricio Simeoni nació en Rosario en 1974. Es periodista, escritor y trabaja en planta permanente del Ministerio de Innovación y Cultura de la Provincia de Santa Fe, en el equipo de Prensa y Difusión de Plaza Cívica. Fue coordinador de las revistas literarias “Boga” y “Los lanzallamas”. También, trabajó como columnista en el programa 10 puntos, de Louis Novaresio, que se emite por Radio 2, donde realizaba micros sobre filosofía adaptados a la realidad política. Según él mismo cuenta, pudo ensamblar la parte filosófica con la política sin volverse demasiado intelectual para evitar el tedio de los oyentes y de esa manera decir muchos conceptos que incorporó. Conduce también, junto a tres amigos, un programa de Radio en vivo: La cofradía del tío Ben, que se emite por FM TL.
En Mayo del año 2005 fue declarado "Artista distinguido" en Rosario por su trayectoria poética, literaria y periodística por el Honorable Concejo Municipal. En Diciembre de 2006 recibió la distinción como "Artista de la Provincia de Santa Fe", por la Cámara de Diputados de mi provincia, también en homenaje a su trayectoria.En 2007, su libro “Cavidades de recreo”, escrito en forma conjunta con Fernando MArquínez, recibió el primer premio de cuentos Felipe Aldana.
Dirige talleres literarios en Rosario y Villa Gobernador Gálvez, en el Penal nº 5 de la cárcel de mujeres y para 2010, lo hará en el Instituto de Rehabilitación de Adolescentes de Rosario (IRAR). Publicó algo más de media decena de libros, algunos de ellos logrados gracias al esfuerzo y la cooperación de sus alumnos de taller.
Abocado de lleno a la escritura, el estudio y el trabajo, Simeoni es un ejemplo de vida, puntualmente para jóvenes y adolescentes. Desde temprana edad, sufre de una enfermedad congénita medular que paralizó, en forma progresiva, sus miembros inferiores y superiores. Pero no fue obstáculo alguno para desarrollar al máximo sus capacidades intelectuales, laborales y destacarse notoriamente.
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