por Graciana Petrone
Abastecernos, tanto de encanto como de ironía fue la última esperanza. Una llave de acero. Una mano. La última puerta a tocar con la que nos salvaríamos del naufragio.
¡Y en verdad advertimos el crítico momento! Las emociones se nos caían de las manos, se escurrían como si no fuéramos capaces de retener entre los dedos el objeto más liviano.
¿Quién no ha sido cómplice alguna vez, de sus propias carencias? Sabiéndolo, perfeccionándose en el oficio de perdedor, de mazoca invencible o de perro callejero arrojado en el umbral...
¿Quién no ha macerado ese secreto mortal capaz de rebelársenos violentamente? Como lo más riesgoso, como la última y más feroz arma con que se narraría un suicidio: una joya, un bisturí, una infamia…
Aún así hemos vencido y caminado sobre las aceras, los muelles en desuso y ante los cientos de miradas que se abrían como fauces sin piedad. Hemos chorreado sangre y dejado las huellas de algún porvenir nefasto en el camino. Hemos conformado una raza (en verdad hemos conformado una raza), una generación, una enfermedad, un emblema. Nos hemos abocado tenazmente a impedir loa existencia de los espacios en blanco, de los subterráneos y de las medidas de los ríos que solían variar con demasiada frecuencia.
Nosotros, quienes aún no nos hemos resignado al azar y a los desencuentros fortuitos. A que vos y yo, después de todos estos años, aún no tengamos un lugar donde hacer el amor tranquilamente.
Y sobre un tic-tac, una espera pendulando y por sobre cientos de miradas, edificios públicos y esferas zodiacales tus ojos, esparciendo ingenuos tanto encanto como ironía, han sido lo único capaz de impedir el desenlace del último naufragio. De ahí la memoria empecinada en impedir con descaro el ritmo absurdo de los días… Porque estás, sin permitir el sacudón de un espasmo, de un orgasmo a medias, de un “te amo o tal vez no…”.
El último incorrupto. La última esperanza.
Material de la serie de relatos: “Amantes burlados”
Rosario, 1992
Abastecernos, tanto de encanto como de ironía fue la última esperanza. Una llave de acero. Una mano. La última puerta a tocar con la que nos salvaríamos del naufragio.
¡Y en verdad advertimos el crítico momento! Las emociones se nos caían de las manos, se escurrían como si no fuéramos capaces de retener entre los dedos el objeto más liviano.
¿Quién no ha sido cómplice alguna vez, de sus propias carencias? Sabiéndolo, perfeccionándose en el oficio de perdedor, de mazoca invencible o de perro callejero arrojado en el umbral...
¿Quién no ha macerado ese secreto mortal capaz de rebelársenos violentamente? Como lo más riesgoso, como la última y más feroz arma con que se narraría un suicidio: una joya, un bisturí, una infamia…
Aún así hemos vencido y caminado sobre las aceras, los muelles en desuso y ante los cientos de miradas que se abrían como fauces sin piedad. Hemos chorreado sangre y dejado las huellas de algún porvenir nefasto en el camino. Hemos conformado una raza (en verdad hemos conformado una raza), una generación, una enfermedad, un emblema. Nos hemos abocado tenazmente a impedir loa existencia de los espacios en blanco, de los subterráneos y de las medidas de los ríos que solían variar con demasiada frecuencia.
Nosotros, quienes aún no nos hemos resignado al azar y a los desencuentros fortuitos. A que vos y yo, después de todos estos años, aún no tengamos un lugar donde hacer el amor tranquilamente.
Y sobre un tic-tac, una espera pendulando y por sobre cientos de miradas, edificios públicos y esferas zodiacales tus ojos, esparciendo ingenuos tanto encanto como ironía, han sido lo único capaz de impedir el desenlace del último naufragio. De ahí la memoria empecinada en impedir con descaro el ritmo absurdo de los días… Porque estás, sin permitir el sacudón de un espasmo, de un orgasmo a medias, de un “te amo o tal vez no…”.
El último incorrupto. La última esperanza.
Material de la serie de relatos: “Amantes burlados”
Rosario, 1992
Gracias Graciana por tu compañía...sigo también tu pasos...
ResponderEliminarBESOS