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domingo, 19 de septiembre de 2010

Nuestro Vinicius, el libro de la escritora y periodista Liana Wenner sobre una de las leyendas de la Bossa Nova

Graciana Petrone para
http://www.lacapital.com.ar/ed_senales/2010/9/edicion_99/contenidos/noticia_5080.html


De más y en generosas proporciones la pasión fluye de la sangre de un bahiano, del paso electrizante de las comparsas de Río y del temblor de las batucadas, muchas veces improvisadas en las puertas de los morros. Esa forma, que desconoce términos medios, propició en Brasil explosiones de amor, sexo, música, poesía e incluso violencia. Así, entre sus historias de arraigo y saudade, a mediados del siglo pasado y en la antesala de los años de plomo, surgió la bossa nova, ese mestizaje de jazz con ritmos de samba que tuvo, entre sus voces más referenciales, al mítico y revolucionario Vinicius de Moraes (1913-1980).

Poeta, crítico de cine y diplomático devenido en cantautor, fue parte de un movimiento que no sólo transformó los campos de la literatura y la música en su tierra sino también las formas de consumo estético en otros lugares de Latinoamérica. Uruguay y Argentina fueron los países que acogieron a la bossa nova con más fuerza y permitieron que la seducción de sus canciones, despojadas de toda carga política, anclara en el Buenos Aires nocturno de 1968, sin encontrar el menor atisbo de resistencia. Por el contrario, en un contexto social sumamente convulsionado el fenómeno Vinicius con su particular forma de cantarle a la vida, al erotismo, a las mujeres y a la amistad (como quien susurra versos de amor), fue un éxito imparable. Nuestro Vinicius, de la escritora y periodista Liana Wenner, relata en forma pormenorizada ese hechizo que comenzó cuando Ediciones de la Flor publicó su libro de poemas Para vivir un gran amor.

"La primera edición de Para vivir... salió en agosto de 1968, coincidiendo con el show que Vinicius y Doryval Caymmi dieron en el teatro Ópera —apunta Wenner—. En sólo dos años De la Flor vendió quince ediciones de ese título, que además exportó a Montevideo y Santiago de Chile". Vinicius publicó otras cuatro obras con el mismo sello: Para una muchacha con una flor, Antología poética, Orfeo de la Concepción y El arca de Noé. "Los libros que editaba De la Flor eran un suceso y el Poetinha armaba un verdadero revuelo cuando firmaba ejemplares y, mucho más adelante, esto se produjo a mayor escala en la primera Feria del Libro".

Diplomacia y alcohol
La década del 60 entraba en su último cuarto de siglo. La otrora prosperidad del gobierno de Juscelino Kubitschek, en la que Brasil brilló en el teatro, la poesía, las artes plásticas y hasta en el fútbol (con su primer campeonato mundial), era cosa del pasado. Veinte años más tarde, la dictadura del mariscal Costa e Silva anunciaba medidas extremas y persecutorias contra miles de ciudadanos. De Moraes supo de la noticia a través de la prensa en un hotel de Lisboa. "Esa noche tenían función —reseña Wenner—. Antes de terminar, Vinicius se pronunció contra ese golpe dentro del golpe y recitó el poema «Mi patria» mientras Baden Powell comenzaba a puntear los acordes del himno nacional brasilero". La democracia era historia, pero también su carrera diplomática.

Sus costumbres noctámbulas y la adicción al alcohol lo alejaron de sus funciones. Las recorridas por los bares de Copacabana y las fiestas con bebidas y mujeres hasta el amanecer eran incompatibles con el trabajo del Ministerio. "Era común que sin haber dormido —cuenta Wenner— tuviese que ir al puerto de Montevideo a recibir algún barco que llegaba de Brasil". Su amigo Daniel Terra recuerda en el libro que a veces, cuando el buque llegaba, él subía a la planchada con "una botella de whisky encima". Tampoco congeniaba con la paternidad; aunque tuvo cinco hijos fue un padre ausente. Se casó en ocho oportunidades y no faltaron los conflictos de divorcio, especialmente con la bahiana Gesse Gessy. El último matrimonio, "hecho de despedidas y desencuentros", lo contrajo con la argentina Marta Rodríguez Santamaría, treinta y cinco años menor que él.

Un disco alquímico
"Felicidad", "Irene", "Lamento de la colina" y la emblemática "Chica de Ipanema" son algunos de los temas del long play La Fusa, grabado junto a Toquinho y María Creuza. Fue un "disco alquímico" que funcionó como "piedra de encantamiento" y, en definitiva, lo que llevó a Liana Wenner a escribir Nuestro Vinicius: "Una endovenosa de alegría, belleza, erotismo y vitalidad en un momento en que la realidad circundante era la devastación y el encierro de donde emanaba una fuerte sensación de claustrofobia".

Al poco tiempo de su primer recital en Buenos Aires, Vinicius era una "leyenda viviente". Extremadamente carismático entabló amistad con intelectuales, burgueses, artistas o bohemios: Daniel Divinsky, María Rosa Oliver, Pirí Lugones, el Bambino Veira, Mario Trejo, Egle Martin y Libertad Leblanc, sólo por mencionar algunos. Amante del tango, conoció a Astor Piazzola y a Horacio Ferrer, quien cuenta en el libro que juntos pensaron escribir a cuatro manos un musical que se llamaría "Los exiliados de la Cruz del sur".

Nuestro Vinicius reconstruye el vínculo que aquel foráneo, con un idioma diferente y costumbres exóticas, estableció con la juventud de la época y funcionó, en medio del caos, como un elemento purificador. Para su editor, Pablo Avelluto, habla de un "universo cultural porteño que ya no existe más", de una recuperación de "La Fusa como punto de encuentro de diferentes tradiciones", la gente del Mau Mau, los tilingos o "Carlos Perciavalle inventando el café concert".

Con emotividad, Liana Wenner detalla la llegada de sus poemas al país, sus días en Brasil, sus mujeres, los espacios nocturnos en los que impuso nuevas formas de escuchar música e incluso, cuando componía sus versos desnudo en la bañera, el mismo lugar donde encontró la muerte en la madrugada del 9 de julio de 1980.

Datos de la autora
Liana Wenner nació en Buenos Aires en 1968. Es periodista cultural y de espectáculos, y se desempeña como emprendedora cultural. "Me sentía en deuda con Vinicius por haberme dado instantes de indestructible felicidad cuando escuchaba el long play La Fusa en mi tocadiscos de plástico color anaranjado. Ese tocadiscos estaba en mi cuarto, y allá afuera la belleza y el amor habían desaparecido. Eran los finales de una década que empezó muy bien y terminó muy pero muy mal: los setenta", dice en el prólogo de Nuestro Vinicius.


1 comentario:

  1. Hola!!!!
    Cuanto aprendí hoy, gracias por compartir y completar la entrada con la época, …..Sabes una cosa?? No tengo ninguna entrada de Rosario, siendo una ciudad tan bella, si te parece mándame una foto y algo más de vos y enlazamos tu blog en mi humilde casa, va nuestra casa es que hablo de toda la Argentina.
    Que tengas una buena semana.

    Un abrazo de oso.

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