por Graciana Petrone
El clavel blanco prendido en el ojal de la levita, un moño de seda en vez de una corbata y la sonrisa dibujada en el rostro, fue la inconfundible estampa de poeta de otros tiempos con que se presentó Horacio Ferrer, la noche del lanzamiento de su libro “El gran Troilo”. El narrador, compositor y “recitador” (como él mismo se autodenomina) mantuvo una fluida charla con el público, ocasión en la que expresó: “Con Pichuco cambió la modernidad del tango, le dio una energía distinta. Él quería que su orquesta sonara como Gardel y lo consiguió”. La presentación de la obra tuvo lugar en el auditorio mayor del Centro Cultural Bernardino Rivadavia y fue coordinado por Miguel Ángel Jubany, escritor y presidente fundador de la Academia Nacional del Tango de Rosario. Las impecables interpretaciones del terceto integrado por los músicos Héctor Grimolizzi (bandoneón), José Gómez (contrabajo) y Raúl Nofri (piano), coronaron la velada.
Ferrer es autor de numerosas letras de canciones, entre ellas, la inolvidable “Balada para un loco”, “Chiquilín de Bachín”, “El gordo triste” o “Juanito Laguna ayuda a su madre”. Además de ser un eximio poeta de la literatura popular es un estudioso de la materia y una de las figuras más emblemáticas de la historia del tango. Su asociación con Astor Piazzola le entregó a la música del Río de La Plata, la ópera prima María de Buenos Aires (1968).
“El resultado es este libro que nos ofrece casi como un álbum sagrado”
El gran Troilo es un compendio de 100 capítulos y casi 400 páginas inspirado en los programas radiales del locutor porteño Héctor Larrea. Consta de relatos que reviven diferentes momentos de la vida del extinto bandoneonista, como así también fotografías y datos recopilados de otras obras del autor, como Adorado Troilo, 1985; La otra voz del abasto, 1962 y El libro del tango, 1980.
Jubany sostuvo que el trabajo de Ferrer es el resultado de un encuentro entre un hombre de 37 años y un adolescente de 18 que van a forjar una amistad, nacida de una admiración casi devota y un cariño entrañable. “Aquel pibe se dedicó, casi proféticamente, a seguir, a observar, a atesorar cada detalle de aquella vida tan suntuosamente humana. El resultado es este libro que nos ofrece casi como un álbum sagrado”, expresó.
El público en un fluido diálogo con Horacio Ferrer
Jubany consideró apropiado “abrir el juego” dada la masiva presencia de periodistas y admiradores. Ferrer, abierto a al diálogo, respondió de manera pormenorizada a todas las preguntas del público.
Graciana Petrone, para El Fisgón Digital: Música y poesía se complementan pero a veces se superponen, ¿cualquier poesía puede ser transformada en letra de tango, como decía Borges?
Horacio Ferrer: Hace 25 siglos la poesía era poesía con música que hablaba, lo que significa que la poesía tiene su propia música. Los maravillosos poemas de Jorge Luis Borges, por ejemplo, no pueden tener música porque tienen música propia. No toda poesía puede ser musicalizada porque chocan las dos clases de música. Esto ocurre con obras como Alfonso, Homero Manzi le agrega letras, pero hay obras que no necesitan contenido.
Jubany: A propósito de esto, ¿El tango es poesía? En los festivales de poesía rara vez nos invitan porque consideran que no lo es. Creo que la forma del tango es un género en sí mismo, si lo separamos estamos rompiendo esa unidad que constituye la canción en sí misma…
Horacio Ferrer: Con la excepción de los blues y de algunas coplas andaluzas no hay otra expresión como el tango. Que le cante a un cosaco que se tiró al “Don”, al que está enamorado y la madama no el da pelota (risas). Le canta a todo: al tachero, al suicida, al filósofo, al pituco. Tuve oportunidad de escuchar en España un programa en donde recitaban un poema musicalizado por Antonio Podestá: “Como abrazado a un rencor”. Yo pensé que era Calderón de la Barca. Un tango casi olvidado que de pronto aparece como una clase de literatura en medio de la televisión española.
“Soy un atorrante que incursiono en los ambientes universitarios, soy un poeta, no soy otra cosa” (Horacio Ferrer)
Estuve en Universidades fantásticas. Yo soy un atorrante que incursiono en los ambientes universitarios, soy un poeta, no soy otra cosa. Estuve en Oxford, con Madame Lulú (su esposa) donde fui a presentar mi libro El siglo de oro del tango, traducido al inglés, The Golden age of tango. Conocí al subdirector del instituto que es el responsable de la parte española de la biblioteca de Oxford, es la biblioteca más importante del mundo. Me muestra el lugar y me dice que ha conocido a todos los grandes novelistas y escritores del mundo hispanoamericano, Vargas Llosa, Neruda, a casi todos y agregó: “¡Pero las letras del tango!”
Eso lo dijo el profesor O•Neill, con su toga. A veces lo repito y no consigo que me crean. Su frase fue tan espontánea que creo que fue algo muy serio. Lo que es serio, como dice Ortega y Gasset, es adjetivo de ser. Lo que tiene mucho de ser es serio y esto tenía mucho del ser del profesor O•Neill en su opinión sobre el tango…
El clavel blanco prendido en el ojal de la levita, un moño de seda en vez de una corbata y la sonrisa dibujada en el rostro, fue la inconfundible estampa de poeta de otros tiempos con que se presentó Horacio Ferrer, la noche del lanzamiento de su libro “El gran Troilo”. El narrador, compositor y “recitador” (como él mismo se autodenomina) mantuvo una fluida charla con el público, ocasión en la que expresó: “Con Pichuco cambió la modernidad del tango, le dio una energía distinta. Él quería que su orquesta sonara como Gardel y lo consiguió”. La presentación de la obra tuvo lugar en el auditorio mayor del Centro Cultural Bernardino Rivadavia y fue coordinado por Miguel Ángel Jubany, escritor y presidente fundador de la Academia Nacional del Tango de Rosario. Las impecables interpretaciones del terceto integrado por los músicos Héctor Grimolizzi (bandoneón), José Gómez (contrabajo) y Raúl Nofri (piano), coronaron la velada.
Ferrer es autor de numerosas letras de canciones, entre ellas, la inolvidable “Balada para un loco”, “Chiquilín de Bachín”, “El gordo triste” o “Juanito Laguna ayuda a su madre”. Además de ser un eximio poeta de la literatura popular es un estudioso de la materia y una de las figuras más emblemáticas de la historia del tango. Su asociación con Astor Piazzola le entregó a la música del Río de La Plata, la ópera prima María de Buenos Aires (1968).
“El resultado es este libro que nos ofrece casi como un álbum sagrado”
El gran Troilo es un compendio de 100 capítulos y casi 400 páginas inspirado en los programas radiales del locutor porteño Héctor Larrea. Consta de relatos que reviven diferentes momentos de la vida del extinto bandoneonista, como así también fotografías y datos recopilados de otras obras del autor, como Adorado Troilo, 1985; La otra voz del abasto, 1962 y El libro del tango, 1980.
Jubany sostuvo que el trabajo de Ferrer es el resultado de un encuentro entre un hombre de 37 años y un adolescente de 18 que van a forjar una amistad, nacida de una admiración casi devota y un cariño entrañable. “Aquel pibe se dedicó, casi proféticamente, a seguir, a observar, a atesorar cada detalle de aquella vida tan suntuosamente humana. El resultado es este libro que nos ofrece casi como un álbum sagrado”, expresó.
El público en un fluido diálogo con Horacio Ferrer
Jubany consideró apropiado “abrir el juego” dada la masiva presencia de periodistas y admiradores. Ferrer, abierto a al diálogo, respondió de manera pormenorizada a todas las preguntas del público.
Graciana Petrone, para El Fisgón Digital: Música y poesía se complementan pero a veces se superponen, ¿cualquier poesía puede ser transformada en letra de tango, como decía Borges?
Horacio Ferrer: Hace 25 siglos la poesía era poesía con música que hablaba, lo que significa que la poesía tiene su propia música. Los maravillosos poemas de Jorge Luis Borges, por ejemplo, no pueden tener música porque tienen música propia. No toda poesía puede ser musicalizada porque chocan las dos clases de música. Esto ocurre con obras como Alfonso, Homero Manzi le agrega letras, pero hay obras que no necesitan contenido.
Jubany: A propósito de esto, ¿El tango es poesía? En los festivales de poesía rara vez nos invitan porque consideran que no lo es. Creo que la forma del tango es un género en sí mismo, si lo separamos estamos rompiendo esa unidad que constituye la canción en sí misma…
Horacio Ferrer: Con la excepción de los blues y de algunas coplas andaluzas no hay otra expresión como el tango. Que le cante a un cosaco que se tiró al “Don”, al que está enamorado y la madama no el da pelota (risas). Le canta a todo: al tachero, al suicida, al filósofo, al pituco. Tuve oportunidad de escuchar en España un programa en donde recitaban un poema musicalizado por Antonio Podestá: “Como abrazado a un rencor”. Yo pensé que era Calderón de la Barca. Un tango casi olvidado que de pronto aparece como una clase de literatura en medio de la televisión española.
“Soy un atorrante que incursiono en los ambientes universitarios, soy un poeta, no soy otra cosa” (Horacio Ferrer)
Estuve en Universidades fantásticas. Yo soy un atorrante que incursiono en los ambientes universitarios, soy un poeta, no soy otra cosa. Estuve en Oxford, con Madame Lulú (su esposa) donde fui a presentar mi libro El siglo de oro del tango, traducido al inglés, The Golden age of tango. Conocí al subdirector del instituto que es el responsable de la parte española de la biblioteca de Oxford, es la biblioteca más importante del mundo. Me muestra el lugar y me dice que ha conocido a todos los grandes novelistas y escritores del mundo hispanoamericano, Vargas Llosa, Neruda, a casi todos y agregó: “¡Pero las letras del tango!”
Eso lo dijo el profesor O•Neill, con su toga. A veces lo repito y no consigo que me crean. Su frase fue tan espontánea que creo que fue algo muy serio. Lo que es serio, como dice Ortega y Gasset, es adjetivo de ser. Lo que tiene mucho de ser es serio y esto tenía mucho del ser del profesor O•Neill en su opinión sobre el tango…
Para Radio Nacional: ¿Por qué Troilo?
Es el gran creador de la modernidad del tango. Cambió la energía del tango. De paso, también se la cambió a Fiorentino que era un cantor muy bueno antes de Troilo pero extraordinario después de cantar con él. Eran Chasman y Chirolita. Esa voz fenomenal que tenía Fiorentino y después imitó Alberto Morán con Pugliese…
Gerardo Cuilicci: Comparto el cariño y la admiración para Pichuco. ¿Cuál fue la mayor virtud del gordo y su mayor defecto?
Horacio Ferrer: La mayor virtud fue no tener defectos. Las virtudes fueron tan notables que ocultan cualquier imperfección que no hacen nada a la ética rotunda de toda su vida. Con su autoridad dirigiendo, componiendo y siendo exigente con su orquesta. Lo que hizo en sus 60 años fue vivir tres vidas. Nunca habló mal de nadie. El peor insulto que le escuché decir respecto de alguien: “es un brócoli”, un insulto vegetariano, en definitiva.
Ricardo Corvá: ¿En qué momento Troilo estudiaba y componía?
Horacio Ferrer: Yo soy un poco discípulo de él, me levanto a las doce. Apenas se levantaba se ponía a estudiar, a componer y a realizar los arreglos de su orquesta. A las tres de la tarde se iba a Tibidavo, el cabaret donde ensayaba. Todos los músicos de la ciudad iban a escuchar los ensayos de Troilo. No moría ensayando pero le dedicaba toda la tarde desde el mediodía.
Ricardo Corvá: ¿Cuál era la relación y opinión de Troilo para con Carlos Di Sarli?
Voy a contar una anécdota. En el 75 Piazzola me invitó toda una temporada a Mar del Plata. Íbamos a una especie de playón y cargábamos una radio portátil. De pronto sonó Nueve puntos por la orquesta de Di Sarli. Yo, pensando que no le gustaba, cambié de programación discretamente y Piazzola me dijo: ¿Qué hacés? ¡Es la orquesta más milonguera que existe! Troilo, que fue tan maestro de Piazzola en tantas cosas, también era un apasionado de Di Sarli. Incluso, le escuché decir un día: "El tuerto se llevó el secreto a la tumba…"
“Premio Nobel del barrio de Villa Crespo”
Conocí a Troilo una noche en que fuimos con mi hermano al Club de Villa Crespo. En el momento que bajó del escenario mi hermano me pregunta si le voy a entregar la letra que escribí para Homero Manzi. Yo le respondo que cómo voy a hacerlo si estoy frente una deidad. Pero él se la llevó igual, mientras yo observaba lo que sucedía escondido detrás de una columna. Troilo abrió el papelito y preguntó: “¿Quién escribió esto?” . Entonces no tuve más remedio que aparecer, me dijo que era muy bueno pero que no le podía poner música a esos versos tan bellos porque acababa de escribir el tango Responso. “No quisiera que alguien de muy mala fe sostenga que hacer otra obra es estar comerciando con la memoria de un hermano mío como fue Homero Manzi. Responso contiene todo mi llanto para Homero, no puedo hacer otra cosa para él”, me dijo.
Me pareció de una rectitud y una ética congruente con la estética de su música. Y para demostrarme que era verdad lo que decía, nos invitó a una última vuelta que haría en el cabaret Tibidavo. Allí, me pidió que le escriba otra letra y que él le pondría música.
A la mañana siguiente, al regresar al barrio, los vecinos me dieron el Premio Nobel de Literatura de Villa Crespo…
Es todo muy curioso, muy profundo. Cuando casi todo el mundo se preocupa por unas cosas que le parecen primordiales, otros cuantos, la minoria, nos preocupamos y valoramos otras. Saludos, un beso.
ResponderEliminarBuenisima nota!!!!!, en Bs As esta el bar "La Poesia", yo lo fotografie todo, esta en "entradas antiguas" de mi blog.
ResponderEliminarTambien en "entrdas ant..." esta nueva la entrada "Setenta Balcones y ninguna flor", con fotos del edificio que Baldomero se inspirara en escribir el poema.., fijate!!
Un abrazo
Oscar
He recorrido bastante tu sitio, me gusta, hay aquí mucho de todo aquello que mi alma consume.
ResponderEliminarY que decir de Ferrer, una maravilla, como el mismo lo definió para el gordo Troilo: "pertenece a esa raza de uno solo".
Dejé huella, dejo beso.