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miércoles, 22 de enero de 2020

“Mi aparente fragilidad”, un libro sobre el discurso político de Cristina Fernández de Kirchner

Para la autora Irene Lis Gindin, comunicadora social egresada de la UNR e investigadora del Conicet, uno de los cambios de rumbo que tomó su estudio fue el hecho significativo de “cómo comenzaron a proliferar trabajos no académicos que hablaban del discurso de Cristina con una liviandad enorme"


Por Graciana Petrone

Foto: Franco Trovato Fuoco

En Mi aparente fragilidad (Editorial Prometeo-2019), Irene Lis Gindin plasmó su trabajo doctoral basado en los discursos oficiales de la ex presidenta Cristina Fernández durante su primer mandato. Se trata de la primera obra en el país de este tenor, subvencionada por el Conicet y hecha en la Facultad de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Rosario y, de algún modo, establece un valioso precedente para estudiantes, docentes, investigadores y para lectores en general.

Allá por 2011, Gindin partió del interrogante de cómo entender, desde el análisis discursivo, “la emergencia de una identidad política”.

Para la autora, nacida en Pergamino, comunicadora social egresada de la UNR e investigadora del Conicet, uno de los cambios de rumbo que tomó su estudio fue el hecho significativo de “cómo comenzaron a proliferar trabajos no académicos que hablaban del discurso de Cristina, con una liviandad enorme”.

“Un poco eso me hizo pensar de qué modo podía contribuir yo, desde el lugar en que estaba, gozando una beca para un trabajo de investigación, para hacer un aporte a lo que estaba siendo completamente desprestigiado al decirse cualquier cosa sobre el objeto”, contó a El Ciudadano en una entrevista.

—En este contexto en que CFK se postula a la vicepresidencia y publica su propio libro. ¿Piensa que puede despertar en los lectores más interés por “Mi aparente fragilidad”?

—Fue como un aditivo, por mera coincidencia. De hecho, hasta la propia presentación de mi libro sucedió un día después de la presentación de “Sinceramente” en Rosario. Ojalá lo hubiésemos planeado (se ríe).

—¿Por qué dice en el libro que CFK construyó su discurso en base a irreconciliables distancias con los otros?

—Hay una característica fundante del discurso político en sí, que es la construcción de otro, un adversario o un enemigo discursivo. Eso aparece en cualquier tipo de discurso, como ocurre con el macrismo y la construcción de la “pesada herencia”. Una construcción del enemigo que permite afirmar la identidad propia.

—El mismo Juan Domingo Perón decía que si no había enemigo había que inventarlo…

—Claro. Es que si no soy como ellos, es porque soy de alguna manera, entonces eso genera una comunidad de pertenencia y de sentido y, en definitiva, la representación. En el caso particular del discurso de Cristina aparece una polémica expresa y manifiesta con lo que yo denomino en el libro “discursos neoliberales”: el campo, la dictadura militar, el menemismo y los grandes medios de comunicación. Los discursos neoliberales conforman un objeto discursivo muy pero muy amplio y que es un poco lo que le da riqueza. No hay forma de negociar. Está en un marco ideológico contrario al propio. Eso es lo que hace de la polémica un aspecto constitutivo del discurso de Cristina: esa diferencia con el otro que no se puede negociar.

—Fernández se posiciona con una fortaleza frente al aparato opositor en general, ¿esa postura molesta a los hombres y también a las mujeres?

—Es difícil de responder, no puedo hacer una apreciación sobre eso. Sí sucedió, y sucede aún, de un mensaje que se intenta dar sobre que Cristina siempre está siendo manejada por otro. Eso forma parte de un discurso completamente misógino respecto de una posición de poder de una mujer. El apelativo “Yegua”, el haber instalado el operativo del “doble comando”, esto de que Cristina sólo instrumentaba decisiones que venían de Néstor o el concepto de “pareja presidencial”… Todo eso es interesante para pensar prácticas en relación a discursos misóginos. Después, por sujeto personal, por decirlo de algún modo, me parece que sigue haciendo ruido que una mujer tenga una situación de poder tan grande, que despierte tanto amor, así como también odio. Eso es llamativo como fenómeno político, de género. Puede ser analizado desde varias aristas.

—¿Cómo fue mutando el discurso de Cristina?

—Yo analicé el de la primera presidencia. Identifico dentro de ese período dos grandes variaciones. Son estrategias discursivas, claro está. Ahí están muy identificadas ciertas imágenes, una es el modo en que la presidenta de la Nación se construye a sí misma en su discurso. Es decir, yo me puedo construir como una mujer, fuerte, humilde o dependiente de mi marido. Las dos imágenes que reconozco en su discurso son lo que denomino del “orden de lo magistral”, que toma fuerza a partir de la crisis con el campo y se funda una relación jerárquica y asimétrica con los otros. Algo así como “Yo, que sé, les enseño a ustedes algo que ustedes no saben”. Eso es algo que molestaba mucho porque sentían que ella los retaba.

—¿Y la segunda variación que mencionaba?

—Hay una segunda imagen que es lo que denomino el ethos íntimo, y es lo que está más vinculado a la exposición de ciertos aspectos vinculados a la vida personal, a sus hijos, al dolor de la pérdida y que transita en un péndulo constante entre la fragilidad y la fuerza. Y esa fragilidad-fuerza en realidad es lo que define es la diferencia entre lo público y lo privado. Es decir, hay algo del orden de lo privado que vendría a ser el dolor por la muerte de su esposo y algo que es del orden de lo público que es la fortaleza que se retroalimenta con los otros. Esos jóvenes en los que ellas misma dice: “Cuando los veo a ustedes lo veo a él”, y que, de algún modo, retroalimenta el lazo afectivo con Cristina. Esa aparente fragilidad que en definitiva la utiliza como un capital para seguir gobernando.

—¿Cómo vive este momento? Es autora de un libro con contenido sin precedentes editoriales…

—Feliz. No sólo porque la editorial lo publicó de manera totalmente gratuita, sino también por aquello de que los investigadores estudiamos en ámbitos solitarios y hay como un ghetto académico tan fuerte y nuestras investigaciones muchas veces quedan circunscriptas en círculos pequeños. Poder hacer un aporte y que el libro circule, llevarlo a la facultad, ponerlo en la biblioteca, que me hagan una entrevista, que pueda ser usado ya sea por estudiantes o militantes políticos, me pone muy contenta. En términos políticos: poner sobre la escena algo que a mí me costó tanto trabajo hacer.

Nota publicada en diario El Ciudadano

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