Domingo 10 de Junio de 2018
Es viernes, el primer viernes de mayo. Poco antes de las siete de la tarde un hombre de pelo entrecano a quien todos más tarde lo llamarán afectuosamente doctor —tal vez porque es el que carga con más años— abre la puerta de madera de Pellegrini 1561 con una sonrisa que le ilumina la cara. Se lo ve feliz, radiante. Más tarde dirá que eso es sólo uno de los muchos logros de su recuperación después de llegar por primera vez a Narcóticos Anónimos, como todos, abatido y sin fuerzas para seguir. En ese lugar, que es su segunda casa, encontró un mensaje de esperanza. Para entrar hay que tocar dos timbres, dos pulsiones que para muchos serán el boleto de ida a una nueva vida, sin retorno a ese infierno llamado adicción.
Mientras en la calle los primeros fríos del otoño desguazan poco a poco las copas de los árboles que permanecen estáticos sobre la avenida, adentro, en uno de los salones, el calor de las personas que van llegando genera una suerte de microclima que hace que desaparezca la distancia entre la calle y la unidad que se forma en las reuniones del grupo Libertad de Narcóticos Anónimos. Esa misma sensación se percibe en otras reuniones abiertas como los lunes a la noche en Alberdi 580 o los jueves en Presidente Roca y Uriburu.
Cada viernes la cita en una de las salas de avenida Pellegrini permite que asistan personas que no están en recuperación. Es por eso que una joven que coordina el encuentro recuerda que "hoy es una reunión abierta". Sugiere que quien quiera preservar su anonimato no diga su nombre y que al referirse a otro de los asistentes los trate como "compañeros".
El salón se va llenando. Es como un aula con sillas escolares colocadas en hileras frente a una mesa que está de espalda a las ventanas. Contra las paredes también hay sillas vacías que de golpe se ocupan. "Ha llegado a haber hasta 60 personas", cuenta uno de los miembros.
Para pulsar esos dos timbres hay que tener coraje, valor para tomar una decisión que en la mayoría de los casos señala un camino que funciona. Valor, sí. Pero sobre todo humildad para aceptar y rendirse ante la adicción y admitirla como una enfermedad.
La puerta de NA "es ancha pero baja", como señala el escritor Pablo Ramos en su libro Hasta que puedas quererte solo. Esa imagen, la de la puerta, es la que usa el personaje principal de esa obra literaria —un hombre que por años renegó de su problema con las drogas y el alcohol y que se resistió a tocar esos dos timbres hasta que un día lo hizo— para significar la rendición, el agachar la cabeza para poder entrar y dar el primer paso y escuchar de los demás. "Acá te vamos a querer hasta que puedas quererte solo".
El recién llegado
Ese primer viernes de mayo golpeó la puerta "un recién llegado". Al ser una reunión abierta fue acompañado por su madre. Para los miembros de NA esa persona es la más importante de la reunión. Es por quien, al término de cada uno de los encuentros que se llevan a cabo todos los días en distintos horarios y puntos de la ciudad, se abrazan en una ronda con una silla vacía en el medio mientras alguien ofrece una oración. Antes pedirá "por todos los adictos que ya no están, por los que están sufriendo en las calles, en los hospitales, en las cárceles y por el más importante: por ese al que todavía no le llegó el mensaje, el que está por venir".
A esa persona que tiene el valor y la humildad a la vez para tocar la puerta de NA por primera, un compañero lo recibe afuera del salón y le explica, a grandes rasgos, de qué se trata. Todos los que tocan esos dos timbres lo hacen con una mezcla de desconsuelo, agobio, miedo y desesperación.
"Un antiguo miembro dijo una vez en una reunión: «Sisentís un nudo en el estómago, lo más probable es que no te hayas equivocado de sitio»".
"Solemos decir que nadie cruza las puertas de NA por error. Las personas que no son adictas no se pasan todo el día preguntándose si lo son", reza en uno de los folletos que se le entrega al final de la reunión al recién llegado.
Cuando hay un nuevo miembro en el grupo, el compartir de los asistentes es distintos. Todos parecen hablarle a él, contándoles sus experiencias y relatándole los logros de la recuperación.
Ese viernes una mujer comentó que había comenzado su "carrera" a los 16 o 17 años, que a los 21 fue madre y que a su hijo lo criaron los abuelos hasta que tuvo casi tres años. "Me conmueve mucho que esté tu mamá hoy con vos, agarrándote del brazo —compartió mientras se dirigía al joven que recién había llegado—. Durante 11 años yo no tuve prácticamente contacto con mis viejos porque ellos no me querían ni ver. Me daban a mi hijo como si fueran asistentes sociales, preguntándome a dónde lo llevaba, con quién y por cuántas horas. Si bien las cosas cambiaron cuando dejé de consumir, hay marcas que quedan pero que pueden sanar y es estando en esta silla".
Otro de los miembros, con varios años limpio, contó acerca del miedo que tenía de entrar a un baño (apenas ingresó a NA) ya que en los últimos tiempos ese espacio se había convertido para él en su lugar de consumo. Tuvo que "pedir ayuda" a otros compañeros para poder hacerlo y perder el temor. El mensaje fue, justamente, la importancia de "levantar el teléfono", dejar de lado la vergüenza, asumir la rendición a la enfermedad como tal y comprender, como dice la literatura de Narcóticos Anónimos, que "no existe mejor ayuda que la de un adicto para con otro adicto". Después, habló de la relación con sus hijos, de los logros que progresivamente fue adquiriendo en su trabajo y que disfruta de un domingo a la mañana de sol con su pareja, lo que tiempo atrás le hubiera creído algo imposible.
Al final de la reunión, un miembro con experiencia le da la bienvenida al recién llegado: le entrega un llavero blanco y le explica que es el color de la "rendición", que la sugerencia es "hacer 90 días, 90 reuniones" para adquirir el hábito de asistir a los encuentros, y que para eso no hay excusas. "Hay reuniones todos los días en distintos horarios y en diferentes puntos de la ciudad. Si pensamos en que muchas veces cruzábamos toda la ciudad para conseguir drogas, podemos hacer lo mismo para estar en una reunión" le dice. También le entrega varios folletos con información sobre Narcóticos Anónimos y uno de ellos tiene en el dorso los teléfonos de casi todos los compañeros.
El final conmueve hasta los huesos: "Espero que seas mi compañero, que sigas viniendo. Te doy este llavero y si querés te ofrezco un abrazo". Todos aplauden, se emocionan. Un recién llegado siempre es una bendición y la prueba de fe de que cada silla vacía que se coloca en medio de la ronda al final de cada reunión pidiendo "por el más importante, aquel que está por llegar", es un logro cumplido. Sólo por hoy.
Ser miembro de NA
El único requisito para ser miembro de NA es expresar el deseo de dejar de consumir. "No solamente dejar de hacerlo sino manifestarlo, rendirse, porque si no, el programa no te va a servir. Si un compañero tiene el deseo de dejar de consumir pero no puede y recae, nosotros le pedimos que siga viniendo, le agradecemos que esté y le damos un abrazo", resume Alberto, en lo que define a la confraternidad como una familia en la que, si bien las experiencias y las pérdidas a causa del consumo fueron diferentes, a todos los une ese único deseo: abandonar las drogas lo que a muchos, por años, les significaron pérdidas emocionales, afectivas y materiales.
"Sobre todo me perdí a mí mismo. Todas las cosas buenas vinieron por añadidura cuando entré en recuperación", cuenta Cristian que ya lleva 7 años sin consumo, y agrega: "En el último tiempo de mi carrera (como le llaman a la adicción activa) éramos solamente mi droga y yo. Vivía en la misma casa con mi hermano y él ni siquiera me hablaba. Hoy tengo una relación muy buena. Al principio no creía que yo estaba dejando las drogas pero a medida que empezó a ver mis cambios, que conseguí trabajo y vio que podía hablar (algo tan simple como eso), mi hermano cambió totalmente la mirada que tenía de mí y el vínculo se volvió a restablecer".
Una vez que entran en recuperación, de manera progresiva empiezan a ver los logros, a reconstruir parte de lo que perdieron y —dicen plenamente convencidos— que la adicción sólo conduce a tres lugares: la locura, la cárcel o la muerte.
Como el nombre del disco de Silvina Garré Creerás en milagros, las experiencias que se comparten en las reuniones de NA son impactantes y por momentos, increíbles. Quien escucha las vivencias pasadas y los cambios generados en la mayoría de las vidas de los miembros de NA que practican el programa, no tienen otra opción que creer. ¿El secreto? seguir asistiendo a las reuniones, practicar el programa de los 12 pasos, tener un padrino y hacer servicios dentro de la confraternidad.
"Está comprobado. Narcóticos Anónimos ha salvado millones de vidas en el mundo. En un terreno como las adicciones en que la que las noticias que se dan sobre el tema muestran un panorama desolador y sin salida, el hecho de que se puedan salvar vidas es un mensaje de esperanza", dice Alberto quien a fines de febrero pasado cumplió 7 años "limpio", como le llaman al tiempo que llevan sin consumir sustancias o alcohol. Porque para NA, las bebidas, los psicofármacos no recetados o el abuso de ellos, entre otras cosas que alteren o modifiquen el estado emocional y mental, también son consideradas drogas que pueden hacer perder ese precioso tiempo limpio.
La adicción como una enfermedad
"En Narcóticos Anónimos la adicción es una enfermedad crónica que no tiene cura pero que puede detenerse y, al hacerlo, mejora la calidad de vida de quien la padece", asegura Alberto quien después de llevar una vida que, según dice, se dividía entre los que pensaban y no pensaban como él: "En realidad creía que podía controlar mi adicción cuando en realidad era la enfermedad la que tenía el poder sobre mí".
"El programa de NA es un programa de pautas de vida. El principio es no drogarse, pero uno no puede quedarse sólo con eso porque como es una enfermedad obsesivo compulsiva, se seguirán teniendo comportamientos similares que se trasladan a la comida, al trabajo o a las relaciones. Lo que tengo que aprender entonces es a reconocer esos patrones y para eso tenemos un programa que nos ayuda a modificar las pautas de comportamiento. El programa de los 12 pasos".
Para Jorge, que recibió hace poco su llavero de "tiempo" (como se le llama a quien lleva muchos años libre de drogas y que en su caso son nada menos que 12), desde que comenzó a asistir a las reuniones de NA y a trabajar el programa y a escribir "los pasos" varias veces, su vida cambió radicalmente.
Llegó a su primera reunión como todos, agobiado, sin fuerzas ni esperanzas. Estudiaba el profesorado de Historia. Una tarde en el bar frente al instituto terciario vio pegado en la pared un cartel con un número de teléfono que decía "Si tus problemas son las drogas, podemos ayudarte". Anotó el número en su cuaderno. Al otro día volvió al café y ese papel ya no estaba, alguien lo había arrancado pero él sí lo tenía entre sus apuntes y así llegó a tocar la puerta como cualquier recién llegado.
"Con respecto a mi vida personal me llevó a un divorcio y varias separaciones. Mis parejas me tenían mucho cariño pero llegó un momento en que no toleraban la vida que yo llevaba. Con mis compañeros de trabajo y de estudio el contacto era el mínimo indispensable, salvo que ellos consumieran. Llegó un momento en que mis relaciones de todos los días eran con personas que consumían y así mis viejas amistades que estaban fuera de ese círculo se fueron alejando", contó. Hoy es un miembro respetado dentro y fuera de la confraternidad.
En primera persona
Gonzalo: "Llegué a las puertas de NA llevado por unos amigos que me veían muy mal. Empecé a consumir a los 13 años, primero los fines de semana, después empezó la etapa de los boliches y ya no eran sólo los fines de semana. Con el paso del tiempo, a partir de los 18 años, consumía casi todos los días. Cuando no tenía la droga sentía desesperación. En ese momento decía que lo controlaba, hasta que en un momento me encontré consumiendo todo el tiempo. Los últimos años de «carrera» era excesivo, estaba obsesionado por la sustancia, dominaba todos los aspectos de mi vida, tanto lo laboral como lo familiar y dejé de ver a mis amigos que no estaban en la misma que yo. Mis estados de ánimo cambiaban continuamente. El fondo lo toqué el día del cumpleaños de mi hijo. Yo había estado varios días sin dormir y —visto a la distancia — fue una vergüenza. Una pareja amiga me dijo a los pocos días de esa fiesta que mi estado era deplorable. Eso fue lo que me provocó el quiebre y el 20 de septiembre de 2016 decidí blanquear con mi esposa todo lo que había hecho y cosas del pasado que me causaban mucho dolor. Desde ese día no volví a consumir. Narcóticos Anónimos es hoy el pilar de mi vida, me hace ser la persona que soy ahora, conocí un lugar al que pertenecer, donde encontré esperanza y puedo abrirme y decir todas las cosas que siento y que por tantos años me hicieron daño. Encontré muchos compañeros que me ayudan, me apoyan y me brindan ese cariño que tanto me faltaba y que yo creía que se podía comprar con plata. El saber que tengo ese lugar en donde poder apoyarme me facilita la vida. Tan simple como eso. En mis tres primeras reuniones no pude parar de llorar, sentí mucha identificación con lo que compartían mis compañeros y pensaba que estaban hablando de mí, pero en realidad estaban contando la experiencia de su vida. Eso hizo que no me sintiera más solo.
En aquella primera reunión habría habido unas 24 personas y todas me abrazaron y me aferré a esos abrazos como nunca lo había hecho antes. Lo estoy contando y se me caen las lágrimas. Me dejé querer y de a poco empecé a quererme y a no dañarme. Si tengo que decir cómo y cuánto cambió mi vida en recuperación, fue más de un ciento por ciento. En los primeros tiempos valoraba el desayuno, el almuerzo, la merienda y la cena con mi familia. Luego el no mentir. La mentira ya no es parte de mi vida. Yo vivía en una rueda de mentiras que cada vez giraba más rápido, aunque esa honestidad, sin lugar a dudas, la aprendí con el programa de NA. Hoy puedo hacerme cargo de mi hijo, darle afecto a mi mujer y a mi viejo. Ser una persona responsable en mi trabajo, poder manejar mi economía de una manera organizada y estar en orden con la sociedad. Todo eso es lo que le compartiría a un recién llegado. A la semana de llegar, un compañero me dijo cómo me había cambiado el semblante y era cierto. Me sentía liviano, ya no estaba desesperado por conseguir esa droga que antes necesitaba para vivir".
Guille: "Yo estaba en una institución privada y un día Narcóticos Anónimos hizo un servicio de información donde yo estaba. Así fue que conocí los grupos. Empecé a consumir de muy chico, como la mayoría lo hice con bebidas alcohólicas. Después incorporé otras sustancias y paré a los 31 años. Hoy tengo 34. Para mí NA significa familia y amigos. Encontré gente que no consume y era lo que estaba buscando para mi vida porque todas mis ex amistades consumen y me sentí muy solo cuando quise cambiar. En mi primera reunión estaba algo nervioso pero desde que entré sentí un amor fraternal enorme. De hecho, cuando me recibieron, me dieron un abrazo y cuando terminó la reunión me dieron muchos abrazos y me dijeron que iban a quererme hasta que aprendiera a quererme yo mismo, entonces eso hizo que esa reunión fuera muy tranquila. Me dieron un llavero blanco y fue una sensación muy linda el haber recibido tanto cariño de gente que yo no conocía. Desde que estoy en recuperación mi vida es otra. No sufro más de trastornos de ansiedad, no consumo y el cambio fue del ciento por ciento, estoy con gente que me quiere, que me valora por lo que soy y no por lo que tengo. Cuido mi tiempo limpio que son dos años, un mes y 7 días, como si fuera oro. Es mi tesoro más preciado".
>>> Campaña de información pública 2018
Narcóticos Anónimos es una entidad sin fines de lucro que nace en 1953 en Los Angeles, California. Hoy existe en más de 140 países. Llegó a la Argentina en 1986 y diez años después a Rosario. Es una institución de adictos para adictos. Un grupo de personas que tienen como problema en común la adicción a las drogas y que se unen para transitarlo y superarlo. Es una entidad libre, confidencial y gratuita que fue declarada "distinguida" por el Concejo Municipal en 2016 con motivo de cumplirse sus 20 años de existencia en la ciudad. Desde fines de mayo hasta el 20 de octubre NA pondrá en marcha la séptima campaña anual de difusión con pegado de cartelería informativa en el transporte público de pasajeros, actividad que también fue declarada de interés municipal en 2011 como "Campaña libre y gratuita que ejecuta la confraternidad de Narcóticos Anónimos Area Rosario", una acción que se lleva a cabo anualmente y, con el objetivo de reforzar el mensaje de que se puede vivir sin consumir drogas, perder el deseo de consumirlas y cambiar de vida.
Contacto
De lunes a viernes de 9 a 18 teléfono: 0341-155795944
Horarios y lugares de reunión
LIBERTAD: Pellegrini 1561, de lunes a sábados de 19 a 21. Sólo viernes reunión abierta.
CAMBIAR PARA CRECER: Alberdi 580, lunes, miércoles y viernes de 20.30 a 22 y domingos de 10 a 11.30. Sólo lunes abierta al público.
CRECER: Pellegrini 1561, miércoles de 19 a 21 (formato para mujeres).
LOS PASOS: Viamonte 1585, martes, miércoles y jueves de 9 a 10 y sábados de 10 a 12. Reunión cerrada.
VIDA PLENA: Uriburu y Presidente Roca, martes y jueves de 19.30 a 21 y sábados de 20 a 21.30.
SOLO POR HOY: Juan Canals 740. Domingos de 10.30 a 12. Reunión cerrada.
VALOR PARA CAMBIAR: Hospital Carrasco (al lado de la guardia) Sala Dermatología. Martes, jueves y sábados de 19.30 a 21. Jueves abierta al público.
LAS 4 PLAZAS: Pettinari 6760, miércoles y viernes de 19.30 a 21. Domingos de 19.30 a 21, abierta al público.
VOLVER A EMPEZAR: Godoy y Pascual Rosas (oficina 27 primer piso), lunes, miércoles y viernes de 14 a 15.30. Lunes abierta al público.
LA MATERNIDAD: Auditorio "Casa de la salud" (ex Maternidad Martin), Moreno 960 PB. Martes de 14 a 15.30 y jueves de 14.30 a 16. Primer martes de cada mes abierta al público. ESPERANZA: Saavedra 2150, lunes y viernes de 20 a 21.30.
SI SE PUEDE: Rivarola 7190, lunes de 19 a 20.30 y sábados de 10 a 11.30.
FUNES: Avila 658, jueves de 19.30 a 21. Primer jueves del mes. Abierta al público.
SI NOS RECUPERAMOS: Villa Gobernador Gálvez, San Luis 2124, lunes de 18 a 19.
Nota Publicada en el Suplemento Màs Diario La Capital
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