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miércoles, 24 de enero de 2018

Esos otros buenos tiempos

por Graciana Petrone



El sudor segregado de nuestros poros se asemejaba a un alud extenuante de luz, a un eterno esparcir de espermas fosforescentes que nos humedecían los rincones más oscuros de la piel.
Duro fue sobrevivir a los límites de la indecencia, difícil se nos hizo enfrentar las calles aterradoras que brotaban como fauces ante nuestros pasos y se abrían y cerraban sin piedad, como tus labios alguna vez, profiriendo una agobiante lluvia de palabras, de besos aterradores, de dolorosos espasmos.
Fue en uno de estos días que, recordando el vértigo de tu amor desesperante e incestuoso decidí abandonarme por completo a la suerte. Cuando el viento húmedo y sofocante de las primeras madrugadas del año me castiga, me endurece las facciones y la sonrisa mientras vos, cómodamente dormido junto a quien elegiste te despertarás ajeno a los deshechos que dejaste acá, dónde y cómo hoy existo: parada en la ventana del departamento de la calle Ocampo sin ver el sol, permitiendo que esta horrible y pegajosa sensación que provoca el viento de las seis me abofeteé, me exceda, me amalgame los párpados con la misma vehemencia con la que alguna vez permití que me amaras, con la que una noche me desnudé por completo y dejé que me cerraras los ojos para despertar con tu cuerpo tibio acomodado junto al mío. Siento ganas de gritar, tan fuerte como el llanto brutal de un niño destetado que aprieta sus encías hasta hacerlas sangrar. Hasta cuàndo?.
Por eso, lo mejor que hicimos fue quedarnos estancados en la eterna evocación de los buenos tiempos que poblaron nuestros otros días. Los paradisíacos espacios en blanco de nuestra memoria, La codicia, la vanidad, el orgullo. El poder sentirnos capaces de sabernos indemnes, ocultos, poderosos. Si aún quedaran tus manos acariciàndome como este viento que me pudre los ojos...

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