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lunes, 16 de septiembre de 2013

La revolución de las hermanas Cosettini

Para transmitir a los nuevos educadores la conocida “experiencia Cossettini” desde 1988 funciona en la ciudad un archivo pedagógico que lleva los nombres de Olga y Leticia. Allí estuvieron esta semana 12 docentes que llegaron de Buenos Aires.

Por Graciana Petrone

Encuentro docente en Irice-Conicet Rosario


Romper con las formas convencionales de enseñanza para abrir paso a un proyecto basado en la solidaridad es sólo una de las bases sobre la que Olga y Leticia Cossettini desarrollaron su trabajo como educadoras desde 1914 a 1950, primero en Rafaela y después en Rosario. Las hermanas fueron precursoras en entender a los niños como protagonistas dentro del ámbito escolar y no como simples receptores de contenidos curriculares. Hoy, a casi un siglo de que iniciaran su prolífica tarea educativa, las dos mujeres son símbolo indiscutido de lucha e innovación, pero también de sensibilidad, dedicación y de vocación aplicada a la enseñanza.

Con el objetivo de transmitir a los nuevos formadores lo que se conoce como la “experiencia Cossettini” funciona desde 1988 en la ciudad un archivo pedagógico que lleva su nombre y que depende del Irice-Conicet, el Instituto Rosario de Investigación en Ciencias de la Educación que depende de la agencia científico-tecnológica a nivel nacional. La institución organiza periódicamente diversas actividades y justamente, con motivo del Día del Maestro, recibió a una delegación de 12 docentes de la escuela Proyecto Sur, de Buenos Aires, para analizar las prácticas que implementaron Leticia y Olga en la primera mitad del siglo pasado. “Es importante mantener un sentido de identidad sobre lo que hicieron las hermanas en la ciudad y en la provincia en materia de pedagogías renovadoras que fueron semillero de maestros”, explicó Javiera Díaz, directora del archivo.

Otro de los proyectos que impulsa el archivo es el de la “Valija pedagógica”, que surgió en 2009 tras la necesidad de difundir su obra, pero a la vez preservar los documentos y libros originales de Olga y Leticia Cossettini. Según explicó Díaz, el equipaje no sólo recorre el país sino que además “viaja a escuelas e institutos de profesorado de la ciudad, priorizando las instituciones públicas de formación”. La iniciativa se gestó en 2005 luego de que un especialista en conservación de papel de Buenos Aires evaluara y tratara la valiosa documentación y bibliografía que hoy forma parte del registro local.

No obstante la importancia de que los docentes sepan acerca de la “experiencia Cosettini”, Díaz consideró que “cuesta un poco que los profesorados adhieran de manera más intensiva a la iniciativa”.
“Aunque se pueda pensar que los formadores de formadores tendrían que tener la valija casi permanentemente, eso no ocurre como uno supondría que tiene que ocurrir”, lamentó.  Pero a la par se entusiasmó: “Recibimos muchos pedidos de Salta, Buenos Aires y de algunas localidades del sur del país”, destacó, y además marcó que en lo que va del año la respuesta por parte de los maestros se ha incrementado.

La “experiencia Cossettini”
Olga Cosettini

Esa suerte de revolución educadora que llevaron adelante las hermanas no tuvo el alcance en el tiempo necesario para transmitirse de generación en generación. Los tiempos políticos de la Argentina de entonces eran convulsionados y sobre todo hostiles hacia cualquier mujer que esbozara un impulso de cambio. Por eso fue que Leticia abandonó la docencia para dedicarse a la alfabetización de adultos en zonas rurales. En cambio, Olga fue directora del establecimiento educativo Nº 69 Gabriel Carrasco, de Alberdi, donde desarrolló su proyecto “Escuela Serena” durante 15 años, hasta que arbitrariamente fue cesanteada durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón.

Antes de ser removida de su cargo y de la docencia las iniciativas renovadoras de Olga sufrieron permanentes boicots por parte de las autoridades ministeriales del momento. “Ella consideraba que lo que el niño aprendía en la escuela no debía servirle para la escuela sino para la vida”, explicó Díaz. Así es que la emblemática maestra creó un programa de misiones culturales infantiles que, sin saberlo, serían la piedra basal de lo que hoy se conoce como las ferias escolares en las que los alumnos muestran, comparten y complementan los conocimientos adquiridos. “Había mesas con microscopios en la calle y la gente se acercaba, mientras que los alumnos le contaban lo que sabían acerca de alguna enfermedad. Allí surge también esa idea de solidaridad y de pensar el ámbito educativo desde un lugar más amplio”, recordó la investigadora.

Natalia Saladino, una de las maestras porteñas que visitaron el Irice-Conicet, destacó la importancia de conocer más acerca de la “experiencia Cossettini” para poder aplicar en el aula esas vivencias. “En la escuela te enfrentás con distintas realidades pero en lo fundamental es adecuarse a esa realidad para brindar lo mejor desde nuestro rol y así encontrar la manera de adecuarnos al espacio y al grupo de personas que convivimos”, sostuvo.

Otra consideración similar hizo Mabel Puente, educadora de Buenos Aires que además pertenece a la Red Cossettini, organismo que trabaja a nivel nacional e internacional para difundir el legado pedagógico y espiritual de las hermanas. “Uno cuando elige esta profesión tiene que conocer los encuadres de los lugares en los que trabaja. Si bien la currícula es el denominador más fuerte que nos regula a todos, también hay que buscar la forma que tiene que ver con esa parte de la población con la que se trabaja y con el propio estilo. Eso es el oficio docente”, finalizó.

Nota publicada en diario El Ciudadano

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